El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

jueves, abril 27, 2006

Mumtaz


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No me digas que fue un sueño


En la pared de mi habitación hay un enorme calendario. Justo en el mes de Abril, se encuentra el Taj Mahal enorme y lejano, hermosísimo. Lo miro cuando me alcanza el sueño, apago la luz pero se queda en mis retinas, se refugia en mis recuerdos. El Taj Mahal solo es memoria y yo ahora, solo soy sueño.

Estoy allí. No se como, pero estoy allí. El agua del estanque que lo subraya refresca mis pies, el aire que lo lleva mesando desde hace siglos es el que desordena mis cabellos. El horizonte huele a especias y mis ojos se humedecen y se niegan a parar de llorar. Camino a su encuentro sin que nadie me detenga pues no hay nadie para hacerlo. Envuelto en brumas me aguarda y me susurra. No tengas prisa, no se como irme.

Alcanzo su entrada, acaricio sus frisos y dibujo con los dedos sus versos coránicos, esos que los hombres secuestran para ensalzar sus desmanes. Imagino voces que llaman a los rezos, imagino miles de turistas que guardan silencio. Las puertas se abren y me ceden el paso. Como explicarlo si todo está envuelto en brumas, si todo es neblina que no te deja tocar ni hacer fotos, pero que si te permite ahogarte un poco y morir otro tanto mientras caminas por inercia. Al final está el premio, el lecho de los amantes que se dicen muertos solo para no tener que rendirle cuentas a nadie. Les sorprendo en sus juegos, les intuyo sus desnudeces, pero se que sería una blasfemia interrumpirles así que me escondo detrás de unas columnas y espío sus risas y sus murmullos y cuando me alcanzan sus jadeos pienso que es hora de regresar y me voy por donde había venido. Al fondo está el olvido y más allá otra vez el estanque y justo cuando regreso a la luz no me extraña que el mundo me envuelva y me arrebate el sueño y me condene a despertarme.

Abro los ojos. Miles de turistas le hacen fotos al Taj Mahal por el que acabo de salir. Delante de mí hay un estanque. Más allá un edificio y en su centro una ventana. Detrás del cristal hay una vieja cama de forja y en el medio de la cama. El hombre duerme.


Alcanzó a cerrar otra vez los párpados,
aunque ahora sabía que no iba a despertarse,
que estaba despierto,
que el sueño maravilloso había sido el otro,
absurdo como todos los sueños

Julio Cortazar. La noche boca arriba


Del amor y otros demonios (3º y por fín, último)

"las cosas que amas tienen que caber en la palma de la mano...
y esa era su idea de la felicidad"

Martín Garzo


Dos canciones por el precio de una. Festival del amor y de las canciones que lo recitan... (es que no sabía cual poner)

Una


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y otra


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Thomas Lewis dice que “amamos a quién amamos no por el futuro que esperamos construir, sino por el pasado que esperamos rescatar”. Esto es, que cuando éramos amamantados por nuestras madres, estábamos tan pichis y que lo que queremos es eso, estar pichis. A nuestras madres nosotros a vuestros padres vosotras y cambiando el orden de los factores si nuestra orientación sexual es diferente. Un poco Freudiano todo. El problema es que (que nunca me ha pasado, que conste), si a mí un día me da por pensar en mi madre en bolas mientras Ella y yo pecamos, no volvemos a pecar en la vida. Y es que yo a mi madre, muy cariñosamente le llamo la boya, porque un día en playa se puso un bañador fosforito y un momento que se fue a nadar mar aprovechó para hacer de poste en una regata. Dentro de mi madre caben tres o cuatrocientas Ellas de través que de pie alguna más cabe. Si a eso le añadimos que a mi, mi madre no me dio de mamar más que biberones, la teoría de Mister Lewis se nos viene un poco abajo (o explica en todo caso mi vocación de tarado)

Pero todo tiene su lado bueno o aprovechable. Lo otro también lo era, solo que hablaba del amor sin sentir amor alguno por aquello de lo que hablaba, y eso aunque éticamente irreprochable, no deja de ser paradójico… Dice la autora del artículo que asistió con su marido a un curso de besos. Un lugar en el que la terapia se socializa y se desdramatiza. Hay escuelas de risa, hay teléfonos de la esperanza y hay escuelas de besos. Lugares donde sentirse menos solo acompañados de gente, cosa que no siempre se consigue. Desconfío bastante de estos lugares, pero ojala no lo hiciera. El caso es que la redactora dice que lo único que aprendió en la escuela de besos es que no hay tiempo para darse besos. Y eso es verdad, dramático y verdad al fin y al cabo. Ni para eso ni para casi nada más. Besar es un placer, remolonear en los labios ajenos un arte. Pero nos cuesta trabajo. Demasiado oscuros, demasiado corazas siempre, y tan solos dentro de tanta protección. En fin, es lo que hay. También dice que los niveles de serotonina de un enamorado son similares a los que muestra un psicópata y algo psicópata si hay que estar para pasar por estos martirios.

Esto acaba. Me gusto más como mago disfrazado que no pontificando sobre cosas tan complicadas. Que me perdone el Doctor Espinosa y cuantos otros científicos pudieran haberse sentido molestos. Buscar respuestas es esencial para progresar, aunque no estoy convencido de que hayamos progresado tanto. Seguimos siendo idiotas, seguimos incomunicados en nuestras miserias, eso si con ducha de hidromasaje y televisión de plasma los que tengan la suerte. Y con calefacción los que no tanta. Y casi siempre con algo de comer lo que ya es mucha. El problema de buscar respuestas es que algunas veces las encuentras, te pegan un tantarantán en las narices y todo se hace mucho más feo. Más sabios pero menos humanos.

A lo mejor van estos señores y aciertan con la tecla que les permita explicar el amor. El problema es que hacer con esa respuesta. Yo aún no he superado el trauma de saber quienes son los Reyes Magos como para que ahora me digan que Ella es la imagen idealizada que me proporciona una reacción química. Pues no. Ella es la Musa Salina y el mundo está lleno de Musos Salinos. Todos absolutamente imperfectos, todos caóticos, incomprensibles desbarajustados, inasequibles… no se se si les habrá pasado a ustedes, pero yo también tuve una noche jodida en la me pregunté ¿por qué me quiere? (y por que soy del Atleti y luego vino un publicista y me quitó la idea :-D). La historia es que es una pregunta que no tiene respuestas, ni en la filosofía, ni en el 70 por ciento ni en el olor de tu sudor. Todos merecemos ser queridos incluso los que no se lo merecen, aunque solo sea porque es imposible saber por qué. Con más razón, si no somos tan pérfidos, merecemos unos cuantos abrazos, aunque hayamos sido malos… ¿Porqué me quiere?...precisamente en eso consiste todo, en que siga habiendo misterios sin resolver. En que el Trasgo corra tras las frascas de vino y en que yo desde mi torre, le vea.

martes, abril 25, 2006

Del amor y otros demonios (2. El 1 está un poco más debajo y me temo que va a haber un 3)

La duración de la pasión amorosa abarca exactamente cuatro años, como las elecciones dice Helen Fischer, lo de la duración, que lo de las elecciones lo digo yo. ¿Y por que cuatro?, porque es el tiempo necesario para que tengamos un niño y lo criemos. Transcurrido ese plazo inconsciente que nos den por culo Wenceslao que diría mi amigo el filósofo o a otra cosa mariposa. La mariposa en este caso tiene que ser fértil, buscamos otra pareja procreamos cuatro años y vuelta a empezar. Pero no con la misma, eso nunca dice la Fischer. Ole tus ovarios Fischer (Price?).

Pero lo mejor del artículo son los ejemplos de estudios científicos que procuran determinar porque es una y no otra persona la razón de nuestros desvelos. Son dos las investigaciones referidas. La primera la del Dr. Wedekind que en casa será un Don Juan, pero que no pasará a la historia por enfermar de amor a las gentes por sus estudios. Si acaso de asco. Resulta que Doc (al que le he cogido cariño y por ende aludo cariñosamente) dío a 49 mujeres otras tantas camisetas sudadas de recios y no tan recios varones que no habían tenido a bien procurarse higiene personal en una semana. La conclusión que se extrajo del estudio no fue el cese fulminante del lumbrera que lo ideó, sino que las mujeres escogían las camisetas no por que tuviera un olor u otro, malo de todas las maneras, sino porque su inconsciente seleccionaba de entra las propuestas, las que correspondían a los genotipos que completaban los suyos propios. Se que no es fácil imaginar a que huelen las nubes cuando no huelen y a que huelen los genotipos sudados, pero vamos que muy bien no parece.

No obstante mi estudio preferido es ese que asegura que la razón por la que un hombre escoge a su pareja es la proporción existente entre su cintura y su cadera. Si esta es de un 70 por ciento, se escucha un timbre, se nos emociona el cuerpo y hemos encontrado a la mujer de nuestras vidas. Y todo por qué, porque esa es señal inequívoca de fertilidad en las mujeres. Al parecer todo gira en torno a perpetuarse lo cual resulta muy comprensible en el mundo que hemos creado entre todos. Y no, el que dijo esto no parece que vaya a dimitir de la vida, es posible incluso que esté contento con sus afirmaciones. Las veces que me habré yo juntado con los colegas y al ver pasar una señorita nos hemos puesto a discutir si era un 65 por ciento o más bien andaba por los sesenta, salvo el típico amigo que te sale listo y acaba siendo ingeniero y hace uso de complejas ecuaciones para comprobar que sin la menor duda está ante la mujer de su vida. El problema es que cuando se acercó le dijo un 70´01 eres un 70´01 y la chica, abrumada por el piropo acabó llamando a la policía. Recuerdo que hubo una vez un tío que vino con nosotros y al ver pasar una mujer, en lugar de calcular ratios dijo “Joder vaya tetas". Claro, como comprenderéis no tuvimos más remedio que quemarle en un auto de fe que organizamos al efecto en la Plaza Mayor...

lunes, abril 24, 2006

Del amor y otros demonios (1). Continuará...

Hablar sobre el amor es harto dificil, hacerlo del propio, una epopeya. Demasiados terciopelos para que puedan resultar digestivos, demasiadas mentiras que tu quieres creerte (y que te crees hasta convertirlas en reales) para que los demás puedan resultar comprensivos con ellas sin entrar en el juego de la fe y los feligreses. Es mucho más asequible tratar el desamor, mentar a Romeo y a Julieta y conmover describiendo un corazón roto o una historia imposible. No se. Amar siempre resulta complicado por lo que resulta lógico que contarlo lo sea de igual manera.

Por eso no seré yo el que hable de él, no soy tan valiente, sino el que critique a otros que lo hacen, que resulta mucho más sencillo, para que nos vamos a engañar. Sobretodo por las formas que no por las intenciones (que esas siempre son buenas o eso dicen). Resulta que de esto es de lo que habla Lauren Sleter en el Nacional Geographic de Febrero de este año. “La química del amor”. O lo que es lo mismo, el amor analizado por los científicos… aterrador, ¿verdad? O como diría un amigo mío que es el filósofo más grande que jamás publicó. “Cágate lorito”… Pues eso, cágate.

Porque señoras y señores, después de leer este artículo descubriréis que vosotros no amáis, vosotros lo que sois es drogadictos. En los primeros tiempos del amor, esos en los que el mundo se da la vuelta y vuestros órganos sexuales os envilecen el seso (sin x, tan mona ella), resulta que os habéis metido un chute de dopamina, ni más ni menos. Que qué es la Dopamina, pues vais y se lo preguntáis a la Doctora Fischer que es la que lo dice. Lo que yo he entendido es que la Dopamina nos pone muy tensos, así que por lo que a esto respecta, coincide con el retrato robot de un enamorado en sus primeros pasos.

Cuando el amor se convierte en algo más calmado y rutinario lo que nos chutamos es la oxitocina, muy manida últimamente. La oxitocina al parecer es una hormona relacionada con la lactancia que predomina en animales que se emparejan de por vida y en seres humanos que se comportan como esos animales (Benedicto estaría encantado con esto). Eso si. Muy romántico muy romántico no suena. Cari como te oxitocino deberíamos decir en lugar de te quiero como se quiere cuando el tiempo transcurre y aplaca, pero claro así corres el riesgo de que te crucen la cara, hagan las maletas y se piren, y con razón. Lo bueno es que al parecer los orgasmos estimulan la producción de oxitocina. Lo cual, oye, como que alegra más. Claro que en el reportaje no resuelven como no estimular la mencionda hormona cuando has tenido la desgracia de emparejarte con un gañán o una gañana. Y es que la primera verdad suprema del amor, si es que hay alguna, es que no todo el mundo merece que le oxitocinemos…