El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

viernes, julio 08, 2005

Noches mágicas, noches blancas

Las noches mágicas son puntos que se aislan del espacio y destestan el tiempo y que la UNESCO aún no ha declarado Patrimonio de la Humanidad porque sus funcionarios no saben de aromas, sólo de legajos. Son tan escasas que ivir alguna de ellas compensa la vida que has vivido y unos cuantos de los años venideros. Ayer viví una noche mágica, blanca que diria el ruso, y hoy tengo la túnica más reluciente y la barba más lustrosa, la comida estaba más rica y hacía menos calor.

Y es que todos los elementos se conjuraron para propiciarla. Un caballero de rancio abolengo (más rancio no se puede), decía "yo no mandé mis tropas a luchar contra los elementos". Y una voz más suave le respondió "Ayer, les mandaste a jugar con ellos"

La compañia (el Cefas, el Rizos y la Ella de los días pares, la de los ojos profundos y tibios, la del escote infinito, la del vientre mullido), el entorno (los jardines del Conde Duque adornados de esas brisas que huyen del verano salvo en momentos tan puntuales como este) y el motivo, a saber, Jorge Drexler.

No es mi artista preferido. Me gustan algunas de sus canciones sin entusiasmos y fui al concierto más como un favor que como una necesidad. Pero Drexler le puso al concierto ese punto que lo hace distinto cantó para mi y para cada uno, sólo tu y la voz de dulce de leche del colega (bueno y el tacto de ella y el sabor de la cerveza y las risas de tanto en tanto). Drexler, guapo, atractivo, simpático y lleno de ganas venció mis reticencias y mis mohines. Durante el concierto comentó que tenía que acabarse a las doce, supongo que por ser al aire libre y estar en el centro de los Madriles y al acercarse la hora (incluso al sobrepasarla), el tío quería seguir cantando. Antes de la última canción dijo algo así como que tenía muchas cosas que decir pero que como no le quedaba tiempo, prefería cantar. Pues eso. Acoqui.


La Edad Del Cielo

No somos mas
Que una gota de luz
una estrella fugaz
Una chispa tan solo en la edad del cielo

No somos lo
que quisiéramos ser
Solo un breve latir
en un silencio antiguo con la edad del cielo

Calma todo esta en calma
Deja q el beso dure
deja q el tiempo cure
Deja que el alma
tenga la misma edad que la edad del cielo

No somos mas
que un puñado de mar
Una broma de dios
Un capricho del sol del jardín del cielo

No damos pie
entre tanto tic tac
entre tanto big-ban
solo un grano de sal en la edad del cielo

Calma todo esta en calma
Deja q el beso cure
deja q el tiempo cure
Deja que el alma
tenga la misma edad que la edad del cielo
La misma edad que la edad del cielo

miércoles, julio 06, 2005

Nada grave

El que quiere nacer, tiene que destruir un mundo.
Herman Hesse



Escuchas el lamento que no pronuncia y te rindes antes siquiera de haber intentado un gesto de rebeldía. La corriente del río es demasiado fuerte, demasiado perversa como para hacerla frente. Ves como ELLA se aleja vertiginosamente, como el agua se la lleva y te deja terriblemente solo. No tienes ni siquiera fuerzas como para aullarle a ese cielo sin luna, un cielo que se debate en espirales, tan cargado de furia que se jura a si mismo su destrucción. Tienes los ojos secos y ya no te encuentras el alma. Te vas andando de allí y ni siquiera te entristece tu propia descomposición que en un instante te transforma en polvo y un parpadeo más tarde, en nada.

Del cielo angustiado, surgen dos brazos infinitos. Un Dios con la cara maquillada como un mimo, (los párpados en forma de cruz, la boca disfrazada de sonrisa) surge entre las tinieblas y la desolación. Sus manos estan cubiertas de guantes de seda blancos, las mangas las tiene remangadas para descartar la trampa o el cartón. Tras una serie de complicados pases de magia (innecesarios y artificiosamente complejos. No necesita de esos aspavientos, pero son los que le divierten y la dan sentido) recoge el cielo entre sus manos, lo estruja entre movimientos circulares y sonriendo aún más si cabe, abre las manos y sopla sobre las palmas. El polvo cósmico se esparce entre la nada y la puebla de estrellas. Sería hermoso si añguien lo contemplase.

Un parpadeo más tarde, vuelve a mover las manos con ínfulas de ilusionista. De Donde había el vacío, saca una margarita tan brillante que cegaría si alguien la directamente a los ojos. Afectadamente, deshoja la flory guiñá un ojo por cada vez que la mutila. Lanza el pétalo al aire o al no aire y cada uno de ellos se tranforma en una nube y luego en otra y luego en otra hasta poblar el recien cielo de ellas, como en los viejos tiempos.

Hace de sus manos un recipiente y acoge entre ellas aquel río destructor, ahora calmado y expectante. Lo bebe y lo escupe y donde antes había tiniebla ahora el azul se extiende hasta donde alcanza la vista. Ahora solo queda un tallo y una corona. Una pequeña gota de sudor descompone la aparente serenidad del Payaso y es que no todos los días se crea un mundo pero ya no le queda demasiado por hacer.

Con mucho tiento coloca en mitad de su lienzo el centro de la flor y con una leve caricia lo enciende de un deseo infinito que sin embargo no tardará en consumirse a sus ojos (pero no a los del resto). Dos lágrimas brotan de sus cruces, acerca la cara a la Tierra que siempre permanece y las deja caer despacio, brotando en el punto en el que caen dos pequeños niños, el uno Adan la otra Eva, que ríen ignorantes de todo lo que les rodea y le dirigen una mirada a su creador que promete reto y divergencia aunque ahora solo puedan percibirse arrebatadores pucheros. Ríe el payaso a la vez que sufre cuando coloca el tallo cerca de sus niños y sopla sobre él para transformarlo en Paraiso que les acoja hasta su mayoría de edad tiempo en el que tendrán que buscarse la vida y despertar un incipiente resentimiento que solo ELLA o ÉL aliviarán pasajeramente.

Mira lo creadoel Payaso y sonrie su mentira mientras sus ojos se oscurecen. Primero desaparecen las manos, luego la sonrisa, más tarde su rostro, por último el eco de sus ojos y más tarde una fábula. Quedan las risas de dos semillas y el dulce murmullo de un río.