El centro del lago de la luna
El centro del lago de la luna existe, hijo mío. Tan cierto como que me vés. Tan real como tu imagen borrosa. Es el sitio donde el agua y el cielo son sinceros. Donde la tierra se contempla enamorada. Jamás hay nubes, ni olas, ni piedras cayendo. Nadie podría saber que es aire y que es agua cuando estas allí.
Yo alcancé el lago de la luna hace mucho tiempo y me zambullí en sus aguas y allí tu abuelo y yo nos amamos tiérnamente y sellamos nuestro pacto más íntimo. Nunca supe si abrazaba estrellas o surcaba aguas solo se que fui inmensamente feliz empapada de belleza y de la mirada de tu abuelo.
Hijo, no te olvides de probar sus mieles, no hagas caso de los zafios rumores que sobre su inexistencia expanden los ignorantes. Lleva allí a tu enamorada, acaricia sus pechos estrellados, fúndete en sus ojos y confúndelos con sirenas y cuando estes viviendo ese momento no pienses, no cometas esa pecado, pues si lo haces las estrellas se tornarán en lágrimas y el lago en charcos de tristeza. Cuando termines secate sobre su cuerpo y mirad como la luna se demora en el centro del lago. Es entonces cuando le podrás decir a tu nieta que ha merecido la pena vivir, como yo ahora te lo confieso.