Los trozos de telas tristes
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Soy libanés. O palestino. O musulmán. ¿Qué mas da?. Soy un hombre en resumidas cuentas. Mis abuelos me contaron que hace tiempo los europeos nos traicionaron y lavaron su conciencia cediendo estas tierras a los infieles judíos. Mi abuelo fue uno de los que empucho su rifle para defender del invasor el honor de nuestros ancestros. Mi padre también disparó por nosotros y también lo hicieron mis hermanos. Ahora lo hago soy yo el que lo hago. Mi madre y mi hermana fueron masacradas en Sabra, mi primo Yassir murió aplastado por un tanque judío, ¿tengo que dar más explicaciones?. Cuando un hermano se inmola y se lleva consigo decenas de perros yo lloro de alegría. Me sentiré honrado si muero llevándome por delante a todos los narigudos que pueda . Nada me queda salvo mi odio y la promesa de ver algún día el rostro de Alá y las barbas del profeta.
Soy judío o israelí. ¿Qué más dá?. Soy un hombre en resumidas cuentas. Mis abuelos lloraron la primera vez que pisaron Israel. Por ellos y por todos los miembros de su familia que no pudieron verlo por la locura de la cruz gamada. Mis abuelos juraron que nunca más, que el Talmud es cosa de Dios y que Dios sabrá mucho de cosas divinas pero lo que es de hombres anda un poco escaso. Ya nos habían roto todas las mejillas. Hora era de arrancar todos los ojos. Siglos de persecución y barbarie, cientos de Hitleres, Rasputines y Católicos Reyes. Ya basta, dijo mi abuelo apretando puños y dientes. Por eso el empuñó un fusil cuando nos quisieron arrebatar la tierra que Dios nos prometió. Por eso lo hicieron mis padres, mis hermanos y hermanas. Por eso y por los ecos de los lloros de Ruth, la vecinita del primero, a la que un cerdo musulmán cargado de bombas no dejó vivir más de un año. Por eso disfruto viendo el Libano en llamas y no me importaría que Dios condenara a todos esos mal nacidos al infierno, me da igual acompañarles, si puedo verles sufrir.
No creo en la existencia del bien o del mal. Al menos no como cuando me contaban lo angelical que era Blancanieves y lo cabrona que era la Madrastra. Creo que existen actos malos y buenos, pero creo que todos, o al menos la mayor parte, tienen una causa (que no una justificación), que me hace preguntarme, si yo, en similares circunstancias, no podría llegar a comportarme de manera tan aberrante como luce en los periódicos. Sin embargo escucho, miro y leo opiniones que me recuerdan de nuevo a Blancanieves y a su vieja, pero quien las dice no es mi mamá, son otras mujeres y otros hombres que se gastan, si cabe, más mala leche que mi progenitora. Si aún fueran ignorantes aún lo podría entender, pero todos ellos son más leidos o al menos eso dicen de lo que pueda llegar a ser yo por muchas vidas que viva (que conste que esto es modestia falsa falsa como Judas, que yo pienso que soy más culto que muchos de esos becerros). Y entonces ¿por que solo ven las muertes en el ojo ajeno y no las matanzas en el propio?. La respuesta es desoladora. Por ideología. Sus ideas políticas son mucho más importantes que la evidencia de la barbarie de uno y otro bando. Y no sólo ellos. En el bar, en la panadería, en el curro, en todos los sitios la gente odia a unos, venera a los otros y deja lo de pensar para el postre. Pues señores, hay mucho salvaje pululando por este valle de lágrimas, parece mentira que haya que decir una cosa tan evidente en un mundo en el que existen coches y los madrileños los conducimos. Si ustedes pueden cuantificar la malignidad de unos y otros, yo no. Y cuando se pega tan fuerte la cuestión de quien tenía razón pasa a un muy segundo plano mientras la peña siga muriendo.
Y aunque lo pueda parecer no es un análisis simplista pero es que si me enrollo no termino.
Sed felices