El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

viernes, diciembre 01, 2006

Rios que duermen

Esto, en mayor o menor medida, fue sugerido por Tic-tac.



La última cosa que ví en vida fue el reflejo de una luna horonda sobre la crudeza del cuchillo que me asesi
nó sin dolor ni rabia. Antes de eso todo es niebla que nada me dice de lo que fui ni lo que hice. Solo asoman cosas sin sentido, la mirada de unos ojos marrones o un aroma que no el es de los cañaverales o las pozas por las que navego y que nace del lugar en el que ni la niebla ni la luz son posibles. Hay instantes en que aún disfruto de la sombra de aquel árbol que cambio mi vida aunque no sepa por qué y otros en los que puedo jurar a que sabían aquellos labios. Pero todo lo demás es niebla. Todo lo que habito es río.

No se si la vida es un río. Mi muerte si. El asesino que ni sus ojos osó mostrarme me arrojó
a este y desde aquel día navego, por una vez, sin derrota y espero que haya fin dentro de esta eternidad. Direis algunos que me pongo poético, pero es algo que nos sucede a los muertos, incluso a los que en vida no dejaron de blasfemar o desfacer virgos. A veces medito sobre cosas enormes pero la mayor parte del tiempo me aburro y observo las vidas que dejo a mi paso. Unos niños chapotean en la orilla. Unas madres gritan desde la otra, sonidos que arrullan y acompañan y que se quedan atras sin que la memoria se entere. Nunca antes comprendí hasta que punto el sol estalla ensangrentado en los atardeceres y riega los campos de cebada y de trigo y las miradas de viejos que no dicen nada sentados en sus mecedoras, esperando. Una mujer y un hombre rotundamente bellos se ocultan sus cuerpos cubriéndolos hasta el cuello. Pronto se desnudarán de agua y se romperán la vida que nunca volvera a ser la misma después de sus gemidos, pero eso será cuando yo ya este en distinto lugar en el mismo rio .

He muerto si pero nada me impide seguir siendo balsa y río y hasta trucha si lo deseo mientras me arrastra el olvido, tranquilamente como siempre ha sido, como a lo mejor sigue siendo siempre. Sonreiría si pudiera mientras sonrío porque quiero. No me he vuelto loco. Es la euforia de las gaviotas que ya aullan en el horizonte y que saludan el reencuentro. También flotan ellas, quizá porque algún día murieron o simplemente porque mueven las alas. Al abrazo del mar prometo olvidaros y pensar por última vez en la sombra de un arbol de ojos castaños y labios que abrasan.

martes, noviembre 28, 2006

Los hombres grises (y II)

Se que no debería seguir, pero sigo. Sirve para soltar lastre y comenzar otras cosas. Insisto, eximo a la gente de la lectura de nada que tenga que ver con política. Mucho menos de esto

... Si no conozco ideología buena, por su impermeabilidad a los cambios, menos aún pueden parecérmelo, las doctrinas de partido, que solo admiten aquellos que permitan la adquisición del poder. Resulta sorprendente que ningún ministro ni ningún presidente se sonroje al decir esto y lo contrario según cual sea el color del escaño que ocupe pero lo es más aún que sus correligionarios no pongan el grito en el cielo y se arrojen al escepticismo cuando lo escuchan
. Los más lúcidos de entre estos a lo más que se atreverán es a espetar a su contrario. "Y tú más". Es dificil lograr que el mundo cambie si no concibes un mundo en el que hay gente que piensa distinto. Si se quieren cambios ostensibles se tiene que contar con los otros, respetarlos y si no obtener su aceptación, al menos evitar su resentimiento.

En la fidelidad a un partido ya sea desde dentro o desde fuera se utiliza el término "los otros" como una seña de identidad que asusta al menos tanto como los fantasmas de Amenabar. Los políticos, tan capaces de gritar como energúmenos en la Sala comparten cañas y risas en la cafetería del ingreso con aquellos a los que unas horas antes han insultado gravemente. Es decir, políticos de un color u otro no son incompatibles sino que fingen o padecen su agresividad en el ejercicio de su función pública y dejan su civismo para su esfera privada. El problema de esta hipocresía es que no resulta gratuita, sino que es reproducida por los feligreses de uno y otro partido que encienden sus bocas y a veces sus puños a imagen y semejanza de sus dirigentes. Lo que en el Congreso termina en el bar en la calle a veces acaba en calabozos. Y cuando las cosas se salen mucho de madre, en guerra.

Sabemos que nos mienten. Que nos dicen vanidades que halagan nuestros oidos. Y sin embargo les votamos, tal vez por qué no se ha distribuido suficientemente el Elogio a la lucidez de Saramago, o sencillamente, por que somos idiotas y tenemos lo que nos merecemos. Son políticamente correctos hasta que un micrófono abierto a deshoras o una pobre expectativa de votos les vuelve incorrectos. Defienden públicamente a los suyos hasta el absurdo y denigran despiadamente al contrario a pesar de la evidencia de que no es oro todo lo que parece ni merda todo lo que huele mal. Al parecer el orgullo gana votos y la humildad los pierde. Es mejor vejar al contrario que reformarme yo. Estos es habitual en todos los estratos de la sociedad, pero ellos lo hacen a la enésima potencia y los devotos les siguen con los ojos vendados y los pies y las manos sin capacidad de movimiento.

Pero, ¿por qué mienten?. Porque todos mentimos y ofrecemos a la gente la mejor de nuestras caras, si es que tenemos alguna buena. No creo que ninguno de mis amigos me votase como presidente del gobierno. La diferencia es el tamaño de la mentira. Si alguien te dice, soy el mejor, soy el más grande soy el más bueno le miras con asco por gilipollas. Los políticos lo dicen constantemente de si mismos pero además dicen otra cosa. Dicen que quieren mejorar las cosas. Y eso es mentira.

La mentira es el medio. El fin, la adquisición del poder y el fin último, cambiar las cosas. Cambiarlas, que no mejorarlas. Por muy bien que lo hayan hecho, los cargos políticos son borrados del mapa cuando cambia el régimen, por muy incompente que sea el sustituto. Esto a veces sucede en las empresas, pero dado que estas persiguen el lucro económico, no con tanta frecuencia. Esto es dinero público. Si lo roba le defenderemos hasta que un juez nos indique que debemos olvidarnos de su nombre. Si desperdicia le restaremos importancia mientras sea de los míos. Lo de dimitir, no se concibe, no jodas. Los pocos políticos que defiendan al adversario serán tenidos por tales, por mucho que traten de mejorar el mundo a través de gente que, piense lo mismo, o distinto ha hecho bien su labor.

La semana pasada en España, Obiang, un criminal que además es presidente de un país tan pobre de dinero como forrado de petroleo, fue recibido por miembros del gobierno de España y por miembros de la oposición habida cuenta de las posibilidades de negocio que a costa del bienestar de su pueblo, ofrece ese cabrón. La excusa, que es bueno para el país. La realidad, que quienes lo reciben son corruptos, porque mediante su actitud, a lo mejor las cosas mejoran para España pero empeoran para la humanidad. Y lo más jodido del tema es que cualquier estadista haría lo mismo. A pesar de que así las cosas nunca vayan a cambiar ni haya mejora posible. Por este tipo de cosas, por su afan de manipulación de las masas, por su alteración de la verdad a través de medios afines, por su maniqueismo y por su afan de perpetuarse en el poder, son corruptos. Mucho más imprescindible de lo que yo lo pueda ser, si, pero corruptos en cualquier caso.

P.D Se acabó la política. Volvamos a los lugares con neblina y a la redondez de los pechos de Selena no sin antes agradecer a Eulalia que me obligue a pensar, se esté o no se esté de acuerdo

lunes, noviembre 27, 2006

Los hombres grises (I)

En en este sitio hay una torre de hechicería, un lago y una luna que se desnuda y se baña en sus aguas. Hablar por tanto de la realidad es poco más o menos que una blasfemia. De hecho este blog se construyó sobre las premisas de no hablar de religión, de política, ni del tipo que se esconde detrás del hechicero. Pero a veces da ganas de blasfemar y darle patadas a los pilares de la tierra. Para soslayar las mencionadas prohibiciones he de adelantar que este post no hablará sobre política, sino que divagará acerca de los políticos. Todo aquel que visite frecuentemente el lago está eximido de su lectura. No hay nada más aburrido que hablar de estas cosas, pero ya estaban escritas y mi ego no consentiría condenarlas al olvido.

La culpable de todo esto es, una vez más, la señorita Eulalia que de vez en cuando me hace pensar más de la cuenta. A pesar de que las autoridades sanitarias no se hayan pronunciado sobre el tema, pensar es muy perjudicial para la salud y después de este enorme esfuerzo corro un riesgo muy elevado de infarto cerebral. Luengo no tengas remordimientos Eulalia pero avisada quedas para que no continués en esta línea.

A Eulalia le indignó una frase que dijo un tipo con vocación de gilipollas. "Todos los políticos son corruptos". Partiendo de la base de que toda afirmación que comienza con el sujeto "tod@s" debe ser puesta en duda, el caso es que, por una vez y sin que sirva de precedente, me puse más del lado del gilipollas que de mi querida Eulalia, aunque solo sea en esa frase. Me explico.

De tontos sería pensar que todo político sale más enriquecido de lo que entró. Algunos lo hacen otros no, otros a medias. La sabiduría popular dice que en todas partes cuecen habas y yo no soy nadie para ir en contra del pueblo. Golfos hay entre los carpinteros, banqueros, profesores e incluso, entre las prostitutas, sólo que los golfos, cuanto más importancia tienen más ruido hacen. Aunque sólo sea por mi tranquilidad de espíritu tiendo a pensar que las bolsas de basura a la mayor parte de los políticos les sirve para arrojar la idem y no para llenarlas de dinero. Que existen numerosos movimientos bajo cuerda... Seguro. Que esa es la regla general, espero que no.

Por tanto por qué digo que todos los políticos son unos corruptos. Pues más que por las veleidades materiales, decir eso tiene más que ver con aquello de que el poder corrompe y el absoluto, absolutamente. Lo corrompido de los políticos (al menos de los visibles), no son los bolsillos, sino, a mi entender, las conciencias. Me explico.

Yo no se de donde viene la vocación de político. Nunca la tuve ni conocí a nadie que dijera de pequeño. Mamá yo quiero ser político. Lo que si he visto y se de donde viene es la vocación de gobernante, que no es lo mismo que ser político, aunque visto lo visto se parezca. La mayor parte de la gente prefiere mandar a ser mandado, hacer las cosas como el cree que hacer las cosas como otros creen. Si hay niños que quieren ser presidente del gobierno y que como tales, se comportan, baste darse una vuelta por un patio de colegio.

Imaginemos que alguien quiere ser político sólo para cambiar las cosas, dejando aparte los egos y los "a su imagen y semejanza". Para ello tiene dos posibilidades. La primera es la de fundar un partido político, lo cual no solo es más caro, sino que garantiza el anonimato en el 99,9 por ciento de los casos. La segunda es afiliarse a uno ya constituido, lo cual es barato para el bolsillo y costoso para la libertad de pensamiento. No es que dentro de un partido esten prohibidas las ideas propias, sino que cuanto más propias sean más recomendable resulta que te las guardes para tí mismo. Si te sales de la línea del partido, eres de "los otros", los de otro partido. Las divergencias públicas suelen coonllevar el ostracismo o la excomunión, en lugar de un intercambio de posturas más o menos constructivo. Parece por tanto evidente que la ascensión dentro de un partido tiene más que ver con la capacidad de sumisión (de ser políticamente correcto aunque te cagues en las santas madres de todos quienes te rodean) que con la capacidad en sí. Seguro que existen rotundas excepciones pero recordemos que en la política más vale una sonrisa profiden que mil años de abnegación y eficacia, con lo cual decir que más vale ser sumiso que capaz, no resulta tan descabellado.

Ser sumiso no es fácil. Supone devorar tu ego y no todo el mundo puede. Siempre que yo he sido sumiso ha tenido que ver con la cobardía, con el dinero o con el amor. ¿Cuales son las razones de un político para serlo?. Dejemos de la lado la cobardía (vivimos en una democracia más o menos real) y el dinero (por lo dicho anteriormente) y pasemos al amor. Para mí amar ciegamente es ser gilipollas. Amar así permite querer pero no permite conocer y para amar debes conocer, tanto las virtudes como los defectos, si no, si solo te quedas con las virtudes, te divorcias a las seis meses de defectos. Los feligreses de los partidos aman por regla general ciégamente y cuando se encuentran con una viga en el ojo ajeno, prefieren quedarse tuertos antes de dejar de señalar la paja en el ajeno. Amar así me parece idiota, insisto, porque se puede amar a alguien por muchas taras que ofrezca pero que cada cual ame a quien le de la gana y por lo que le de la gana.

En la política existe una cuarta razón para la sumisión: el poder como único camino para librarse de ella.

Continuará



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