El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, octubre 18, 2006

Arquitectos


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En la torre de hechicería a veces leo, otras pienso. Algunas pierdo la mirada y otras miro por el ventanuco a ver si veo alguna respuesta. Vine a vivir aquí. Otros lo hicieron antes. ¿Por qué? es la pregunta. Una de las respuestas viene…

… y viene del horizonte, que es el lugar natural de cualquier partida, un puntito, y luego una pasa y más tarde un botón y a lo último, una vieja, que tiene algo de punto, mucho de pasa y tres botones en la chaqueta. Todos los años en este mismo día cuyo nombre desconozco acude cada vez más vieja y cada vez más cansada y deja un ramo de flores a los pies de mi casa, murmura palabras calladas. Y siempre me pregunto las razones

Hoy le grito a la buena mujer hola y mi voz se transforma en bicho bola. Rueda veloz por las paredes centenarias, alcanza la hierba da un salto y más sosegada y respetuosa se introduce en los oídos de la mujer como un susurro, para no asustarla.

Hola, escucha ella, aunque mejor pronunciado

Y se pone las manos en forma de visera tratando de ocultar al sol. Mira hacia arriba y me ve y yo que también la veo, comprendo que la mujer es ciega. Tengo las pupilas rotas de tanto llorar me confesó más tarde. En sus ojos vacíos se suceden sombras, rostros que ya nadie recuerda, fábulas llenas de herrumbre y de sal. Me quedaría mirándolos durante mucho tiempo pero temo profanar sus memorias y me limito a recitar palabras corteses que suenan un tanto huecas.

Me lo mataron unos cuatreros, responde sin prefacio. Llevaba hablando toda su muerte sobre lo mismo. La misma historia pronunciada constantemente a veces en voz baja, durante los sueños y al encontrarse con la parentela. Las mismas palabras, en el mismo orden. A mí me toca escucharla a partir de aquí.

Por la noche no vino y tuve frío por primera vez en mi vida aunque el fuego lucía bien hermoso en la chimenea… Allí estaba tirado justo en medio de todo el universo y sólo la sombra del cuchillo le guardaba del sol… lo único que le vi moverse fue la sangre que era muy hombre y tardo mucho tiempo en derrocharla entera… y zagal, me dice a mí que tantas lunas he visto, decidí morirme aunque el cielo me obligara a seguir moviéndome.

Pensé que este sería buen lugar para enterrarnos, dicen que aquí la luna se baña y el era mucho de mirarla en las horas muertas y mas muertas que estas no van a ser otras horas y para que no se me olvidara el sitio, empecé a poner piedras una sobre otra y luego pensé que un día me haría vieja, como por ejemplo hoy, y necesitaría un sitio bien alto para que mis ojos lo reconocieran. Y más piedras que puse. Y como me fue quedando alto le puse una escalera y para descansar en lo alto, le acabé poniendo un salón. Traje libros que le gustaran y puse un ventanuco para que mirase el lago, a la luna y los atardeceres y esas cosas que se suelen mirar por las ventanas. El primer día de la segunda semana de la tercera estación le pongo una flor sobre sus huesos. Y me vuelvo a mi chimenea que siempre luce hermosa y que jamás calienta nada

Son bonitas

El las odiaba. Por eso las pongo a ver si vuelve aunque sea para quitarlas.

Y ¿por qué no hay salida? le pregunté yo, un tanto hueco de tan llena que ella era

Porque los muertos no las necesitan

Y se fue diciendo. Me miro un día y me arrebato las palabras y las ganas de otra cosa … que no era sino el inicio de su eterna historia. Pronto fue un punto. Enseguida fue un recuerdo. De sus ojos salían copos de nieve que la lumbre derretía, pero no lloro, se excusaba, ya no. Zagal decía en ventisca.

Puede que incluso sea verdad. Pero existen más historias, miles de razones para construir esta torre. Todas ellas verdad. Todas ellas mentira.