El Señor de los Pinchazos II: La torre Neardenthal
Aqui hay mucho listo que sabe cambiar ruedas y tal -el tono agresivo empleado no se corresponde con un presunto talante violento de mi representado que aduce en su defensa que no es más que un burdo recurso estilístico. Nota del Abogado defensor -. pero donde estabáis cuando iba yo por la carretera de Toledo y pinché?Pues eso. Que iba yo por Toledo (como me recuerda esto a Caperucita cuando iba por el bosque, la muy buscona...). Y os preguntaréis. ¿Por que ibas por la carretera de Toledo?. Preguntadlo por favor que si no me quedo muy solo. Considero vuestro silencio como una pregunta
Pues resulta que me dio por comprar el coche en Toledo en el concesionario de un colega de mi tío y resulta que como los coches se les debían de haber terminado y que sería muy evidente -incluso para mí- colocarme una carretilla decidieron ponerle cuatro ruedas a un ataud y claro, me engañaron (yo no se si el del concesionario sigue siendo amigo de mi tío, no he vuelto a hablar con él desde entonces). Pues en una de esas innumerables veces que a Ciruelo (así se llamaba mi buga), le dio por estropearse, regresaba yo del citado garito desde el que aún me llegaban las risas que se echaron a mi costa. En estas que conduciendo yo cual Fernando Alonso (o cual Sete Gibernau, lo que prefiráis) aprecio un sutil traqueteo en mi andadura, que si bien tuvo un efecto relajante de primeras, tornose molesto en lo venidero. Así que yo, que siempre he sido perspicaz induje que algo pasaba y que mejor sería echarse al arcén. Ya lo decía mi madre que yo había salido listo: la rueda copilota había decidido suicidarse y rasgarse toda ella en un frensí suicida la muy hija de puta. Presa de la adolescencia resonaron en mi cabeza las mencionadas preguntas por vez primera con una cuarta de regalo.
¿Por qué coño no me hice un movil de contrato en lugar de uno cutre y salchichero de tarjeta?.
La hice cuando tratando de llamar para preguntar con viril tono, papá ven a ayudarme que de esta no salgo, me contestó en su lugar una dulce señorita que no se parecía demasiado a mi padre y que, amablemente, me comentaba aquello de que no tenía saldo suficiente para efectuar la llamada (bien, es posible que su madre no tuviera la culpa, pero yo la insulté igualmente presa del pánico), o bueno eso fue lo que intuí que dijo, porque resulta que por la carretera de Toledo suelen pasar coches, es una costumbre que tienen, los cuales, los muy maleducados, tienden a hacer ruido. Mucho ruido. Y las ventanas del Fiat Uno tienden a ser endebles, muy endebles. Nunca supe lo que pasó cuando traté de recargar el móvil con tarjeta. Lo único que se es que no se recargo. No oía nada salvo cienes de ruidosos coches que no se compadecían de mi desgracia. La próxima vez que me recomienden un concesionario porque son colegas recordadme que le pegue un tiro en la nuca
Allí me veía yo. Un viento de pelotas. Unas gélidas lágrimas. Unas ganas de echarme a la calzada y acabar con todo aquel dolor. Ay mísero de mí, ay infelice. Y sin embargo, un súbito ramalazo de intrepidez surgió de lo más profundo de mis entrañas para acudir en mi ayuda y convencerme de que, sin ningún género de dudas, yo era capaz de cambiar una rueda. Yo, damas y caballeros era el rey del mundo. Lástima que el mundo no considerase lo mismo de mí. Los del concesionario (ojalá se papeen los nueve infiernos de dante y tres o cuatro de bonificación a mi salud) gato si le habían colocao pero entendieron la llave como extra de lujo y se la quedaron no se si para atracar gente o perpetrar extraños juegos sexuales con ella. Sin llave, sin moral y sin la Winslet me entretuve subiendo y bajando el coche con mi solitario gato.
Mi analítica mente sin embargo se resistía a la rendición y buscaba complejas alternativas que pudieran sacarme del apuro. La primera idea fue tratar de quitar las tuercas con los dientes pero todos sabemos que la primera idea, como aún no se ha visto espoleada por el ingenio de otras, suele ser bastante idiota, así que me concentre aún más en búsqueda de la iluminación. La putada de ser miope es que no me vino ninguna otra y los dientes acojonados, castañeaban. Y encima hacía frío.
Mi analítica mente persistió en su infatigable cometido y le propuso a mis sentidos observar el entorno que me rodeaba a fin de sacar una conclusión entre todos. A mi izquierda, seis carriles de carretera nacional mediante, quedaba una tienda de muebles, a mi derecha un erial desolador que probablemente delimitaría al norte sur y este con la locura y a mi espalda un vehiculo transitaba lentamente por el arcen en mi dirección (no quiero dejar pasar esta oportunidad sin felicitar a los ingenieros que idearon la citada carretera por lo largas que son las rectas que planificaron y su eficacia como símbolo de la desolación, gracias peña, os quiero).
Pensé (si, a veces pasa), puedo ir a la tienda de muebles jugándome la vida y pedir que me dejen hacer una llamada, pero claro, con la suerte que tengo, si no me mata un trailer de 50.000 toneladas igual topo con la tapadera de una secta satánica y me sacrifican a Lucifer o igual me quedo aquí, espero que llegue ese vehículo que si es más lento , es un glaciar y dejo que el psicópata que lo conduce me taladre el cuerpo con su cuchillo de caza y así me puedo disfrazar de alfiletero para Halloween. Talmente superada por la adversidad mi analítica mente decidió fatigarse, y tomarse unas inmerecidas vacaciones dejando el análisis para circunstancias más propicias.
Cuando llegó hasta mí el lentísimo vehículo (pensé lo de lento 20 minutos antes) descubrí algo que me tranquilizó un poco. El coche en cuestión era una furgoneta de mantenimiento de carreteras. Yo no sabía que eso existía (pensaba que las carreteras se limpiaban solas como mi ropa cuando vivía con mis padres) pero en cualquier caso me pareció tranquilizador. Hasta que le ví a ÉL y entonces la serenidad se me escurrió patas abajo cuando comencé a rezar un rosario que si bien nunca antes había rezado me salió que ni pintado conn todos sus misterios y sus cosas de rosario. Yo nunca he visto un hombre de Neardenthal y sin embargo desde aquel día, se como tuvieron que ser. Cuando la furgoneta se detuvo, de su interior descendió una criatura gigantesca con pelo por todas las partes conocidas y por algunas, que gracias al cielo, ocultaba su uniforme.
Buenas tardes le dije
Gñññññ, respondió él
Hostia Demostenes, pensé yo
No que es que he pinchado y tal y pascual….
Gñññññ fue su respuesta
Que difícil es la comunicación, pensé yo de nuevo.
El caso es que el tío entenderme debió entenderme, se metió en la furgo cogió una llave de esas que parece un candelabro judío y se puso a analizar la situación. Intentó quitar el tapacubos y como no pudo a la primera, descartó las sutilezas y la emprendió a hostiazos con él sirviéndose de la sionista herramienta
Ejem dije yo
Gññññ insistió él
Y yo claro me dije, nene cállate que está armado y es más fuerte. Y aunque no estuviera armado es innegable que es más fuerte. Y aunque no fuera más fuerte he de recordarte que eres un cobarde. Es verdad recordé, así que convencido por mi aplastante lógica, por cada hostia que le daba animábale yo a continuar. Dale más fuerte a ese cabrón y mas fuerte le daba a mi pobre tapacubos. Máta a ese canalla y acabo matándole. Que dulce es el regustillo a sagre que deja el bestialismo y la palidez de los nudillos que otorgan los puños apretados. Al final el hombre cambió la rueda sin mucho drama y yo llegué a una nueva conclusión. Si los Sapiens que convivieron con los Neardethal hubieran sido como yo, ahora la única forma de vistarnos sería en Atapuerca y los de Neardenthal estarían tranquilamente en sus casas tomándose unas cañitas.
Gracías dije, muy, muy, muy sinceramente
Gññññññ respondió él
Va a ser que tengo demasiado vocabulario y es por eso que soy idiota.
Eso va a ser me respondió mi voz cabrona.
(Continuará)