El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, octubre 04, 2006

Espectros




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Quise asustarme y no pude, cuando la vi en el espejo retrovisor, y al volverme, no estaba. ¿Qué se puede hacer en los tiempos que corren cuando un fantasma te mira a los ojos?. Fui al psiquiatra pero no me sirvió de mucho y otra noche cualquiera volví a verla mirándome. Ya más sereno, descubrí que existían razones para no tener miedo y me dio igual estar loco o cuerdo. Nunca vi mayor tristeza que la de sus enormes ojos tan abiertos ni lugar más bello que su pálida silueta.

Ella me miraba sin rencor y yo no me volví sólo por qué de repente se me aparecieron las razones para sentirlo. El miedo, me refiero

A acariciarle los labios en el espejo
A decirle que la amaba

A que no volviera

Volvió muchas noches, sin embargo. Los kilómetros pasaban silenciosos e indispensables.

Un día crei verla sonreir.

Nunca más regresó.

lunes, octubre 02, 2006

El Señor de los Pinchazos III: Los policías, el barrendero, el idiota y la madre que nos parió a todos

El tercer pinchazo y/o putada acaeció hace poquito y me pilló mucho más maduro y experto para afrontar las vicisitudes que nos depara esta existencia nuestra y sucedió por esa extraña obsesión que tengo por los bordillos. A mí los bordillos me excitan y en lugar de circular por la calzada prefiero acercarme a ellos y darles besitos. Cada cual tiene sus perversiones y si yo no me meto con las vuestras, haced el favor de respetarme las propias. El único problema de mis costumbres sexuales es que después de satisfacerlas el coche no suele andar porque la rueda expira con el orgasmo (endebles que son las de ahora). Todo esto para deciros que si me comí un bordillo, que sí había pinchado y que sí, a las dos de la mañana mientras te bajas el coche para comprobar los desperfectos también puesdes plantearte las tres preguntas de los cojones.

Yacía la rueda en el suelo y parecía un angel que ya estuviera gozando en el cielo de las ruedas, junto con las del coche de Martin Luther King y las del que se hubiera comprado Gandhi de darle unos añitos más. Puse el freno de mano en una calle de un solo carril pensando que al ser golfa la hora no serían muchas las molestias que pudiera causar (si, podría haber seguido y buscar lugar más propicio para el funeral, pero haber estado allí y habérmelo comentado a su debido tiempo). Juré que nunca volvería a pasar hambre, grité “trata de arrancarlo por Dios". Esas y otras expresiones manaron de mi mas hondo interior sin resultado aparente…. Pero esta vez sí, esta vez sería yo y nadie más que yo y sólo yo el que cambiaría la rueda. Ja. Que optimista. Las cañas que me había tomado debíeron ser

Para localizar la rueda de repuesto del maletero tuve que quitar de su interior

- la bolsa del gimnasio,
- la bolsa del fútbol,
- los tres tomos de un temario del CEF,
- las inmensas botas de andar que hace un mes me dije que tendría que quitar del maletero y - que a fecha de hoy siguen ahí,
- la carpeta,
- el archivador,
- el bolsito,
- las señales de peligro (que ahora caigo que no puse por ningún lado)
- una radio que no sabía que estaba allí y
- la desagradable sensación de que tengo que ordenar el maletero más a menudo.

O sea, lo normal para ir a las dos de la mañana por esos mundos de Dios.

Pero al final e inexplicablemente solo quedaron sobre el asfalto una rueda, una llave y un gato, qué combinación más hermosa.

El primer problema vino con el gato. Lo que en el manual del coche era el dibujo de un gallardo engranaje capaz de sostener montañas, tornabase en la vida real en un pepino metálico con palito. El palito se movía un poco. Arribe y tope. Abajo y tope. Y ya está. Miro el manual, miro el pepino, muevo el palito. Miro el manual, miro el pepino, muevo el palito. Así doscientas seis veces y el pepino seguía como si nada. Me di por vencido.

Recuerdo que en la poliza hay servicio de asistencia gratis total.

Me vengo arriba.

Busco en la cartera y no encuentro la tarjeta de Repsol donde pone el número.

Me vengo abajo.

Recuerdo que el amigo con el que he golfeado también tiene póliza con la Mutua.

Me vengo arriba.

Le llamo y en su lugar me responde una señorita. Su saldo está a punto de agotarse, hostia que sigo con tarjeta,

Me vengo abajo,

Se pone mi amigo

Me vengo arriba

Se ríe de mí

Me vengo abajo

Hostia tu que mareo.

Tengo el teléfono. De la dignidad nada se.

Llamo a la Mutua. Múltiples contestadores me dicen números que debo marcar. Sigo bien las instrucciones quizás por lo de haber estudiados letras mixta (¿quién dijo que no servía para nada?) . Se pone una amable señorita. ¿Me puede indicar el número de póliza? Se lo doy y a continuación me pregunta, ¿tiene usted un volvo nosequé, matrícula no se cuantos?, respondo, me encantaría pero es que entre las letras de la marca del coche y el numero de la matrícula solo coincido en un 3 y en una “o” . Le doy la matrícula del mío mientras veo destellos que me alumbran. Coño la poli. Señorita que han venido unos agentes a ayudarme, muchas gracias. A usted, responde ella.

Son dos agentes jóvenes los que me saludan. ¿Qué le ha sucedido?. Se lo cuento. Vaya puñeta me responde uno. Alto, amable, educado y guapísimo. Me acuerdo de Glauka pero también recuerdo mi condición hetero. Lástima replica una voz interior. Miren es que no se como coño hacer de un pepino con palito una gallarda máquina de engranajes. El polinotanguapoperomajo mueve el palito un plis para aquí un pelín para allá y plas, la gallarda máquina de engranajes. ¿Quién dice que los magos no existen?. Lo que estaba claro antes y ahora es que los torpes si que lo hacen, existir me refiero. Quedo con sonrisa idiota. Los policías amablemente me desean suerte y me dan instrucciones, fórmulas misteriosas que jamás hubiera imaginado. Buena noche tengan, bondadosos nigromantes

Vuelvo a sentir la euforia. Agarro con firmeza la llave, la encajo en la tuerca correspondiente, me digo ahora si, ahora puedes, déjate el alma, perro que eres un perro. Y el alma me dejo y de paso los riñones y algún que otro órganos cuya función desconozco, pero ahora, lo que es moverse, la tuerca no se mueve una mierda. Japuta exclamo. Me pongo a darle hostias a la llave, hostia aquí, hostia allá, maquíllate, maquíllate. De vez un cuando me responde un chirrido… la mayor parte de las veces un ay que procede de mi mismo y de las agujetas del gimnasio…. Desalentado reconozco mi derrota y llamo de nuevo a la Mutua, vuelvo a decir la póliza, me vuelven a decir que si tengo un volvo, que no coño que ya quisiera yo, seguro que esos tienen cambiador de ruedas automático, mientras hablo sigo dándole patadas al asunto. Ná. No se mueve la hijaputa. Jadeo. La telefonista si se asusta no lo demuestra. Un mecánico le atenderá en 35 minutos. Chachi pienso. Sin dignidad pero con rueda también vale.

Vuelvo a ver destellos. Vuelven a venir policías distintos estos de los otros. Los nuevos polis no son ni tan guapos, ni tan jóvenes, ni tan amables. Buenas noches, antes de que le pueda responder me pregunta ¿que esta usted haciendo?, así como con tono suspicaz, rollo Sherlock.

La rueda de repuesto por el suelo.

El coche flotando sobre un gato.

La llave colocada sobre una tuerca

Mis manos llenas de mierda

“No que hacía buena noche y me he dicho voy a recoger recoger patata. No te jode”, me dieron ganas de contestar pero no contesté, por mi bien más que nada. Desesperadamente busco reunir todas las fuerzas que me queden y suelto una brutal patada a la llave. Ahora si. Ahora si que me he jodido para los restos la pierna, el femur y un par de vertebras.

Y es en este momento cuando llega el instante más terrorífico de la noche. Ese, en el que deseas a la muerte como la más entrañable de las amantes. Fue justo cuando el más agradable de los dos policías va y dice

Señor, desatornillar es pal otro lado

… (silencio)

… (silencio)

Nadie puede imaginarse el dolor que puede infligir un forastero con apenas seis palabras que demuestran de una vez por todas y sin ningún género de dudas que eres tonto y que te vas a morir así. Humillado y ofendido agacho la cabeza y son los policías los que, con sus patadas desatornillan el artilugio. Tiene usted que quitar el coche, se despiden. No me dejen así, peguenme un tiro en la nuca y acaben con mi dolor, imploro... pero no me oyen…La verguenza me acompaña en mi lúgubre existir desde entonces.

Mientras desenrosco las tuercas (ahora sí) llega un barrendero bohemio que se me pone a hablar mientras yo termino de quitar la rueda. Que si la policía no está aquí para amedrentar a gente honrada. Que si a esas horas no molesto a nadie. Que más les valdría acabar con los gamberros y los delincuentes. Mientras tanto, increíblemente, la rueda encontraba su lugar en este mundo a pesar de mí. Cuando termino, el barrendero no está. No se ha despedido ni le he visto marcharse. No me extrañaría que entre la vecindad circule la leyenda del barrendero fantasma que asiste cual delfín de asfalto a los náufragos del motor. La rueda está en su sitio. El gato quitado. Los bultos de nuevo en el maletero.

Epílogo:

Todo el camino de vuelta me lo paso mirando por el retrovisor por dos razones.

Una: me perseguirán los policías nazis y me gritarán desde su altavoz esta usted entorpeciendo la circulación.

Dos. Se producirá la típica escena cachonda en la que la rueda se emancipa y se va a rodar por su cuenta para conocer mundo y cuya posibilidad no me hace ni puta gracia.

No. Ninguna de las dos sucede. Llego intacto al pueblo serrano que habito y el coche, la última vez que lo miré, sigue vivo.

Creo que a la cuarta irá la vencida. Se que podré cambiar una rueda yo solo. Aunque me cueste la vida y la cordura.

Ya os contaré

Sed felices