Historias cotidianas de objetos extraños.... (y IV)
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El mundo crepita en cuanto le mostramos la espalda
y se burla de nosotros y de nuestros ojos ciegos
Hipostanes
Me cuentan que estos niños y no otros, estudian por las noches las lecciones que durante el día tratan de transmitir a los Hombres Altos para comprobar si, tornándolos en Hombres Sabios, se deciden a cambiar cosas tan pequeñas como el mundo. Quizás debería convencerles de que desistieran, de que los hombres detestan la sabiduría y la lucidez y que se vuelven contra quien se la proporciona como bestias acorraladas. Estos niños de cartón aún desean abrir los ojos y yo no me perdonaría cerrárselos para siempre.
La locura se apiada de los objetos de mi torre en cuanto la oscuridad les ampara. Están tristes, están un poco solos, pero quién no lo está, quién puede no estarlo del todo. También escucho sus risas, también suspiros de aburrimiento, también indecorosos gemidos. Nada es dramático. Tiempo habrá para hablaros del ciervo de bronce que pace en la estera, del autobús de barro que añora la feraz vorágine. Pero ahora es tiempo de callar un poco, apurando una cerveza fresca y dejando a nuestra memoria que se aplaque y nos perdone. Salud a todos pues. Que los falsos Dioses nos sean propicios y los ciertos, indiferentes.