El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

jueves, marzo 08, 2007

Missing

Se me ocurrió un cuento justo antes de entrar en una fiesta. Un cuento bonito, de prometedores inicios, vertiginoso desarrollo e inesperado desenlance. Emocionante y divertido y también tierno y hasta un poco triste en alguna de sus letras. Hermoso y rutilante. Original. Certero. Desafiante y exacto. La niña de mis ojos. El cuento de mi vida, tal vez

Nunca me perdonaré haberlo descuidado. Pensé que ya era mío antes siquiera de que fuera de nadie. Imaginé que no le gustaría verme bebiendo, alternando con mujeres, dedicándole tiempo a otras cosas que no fueran él. El estruendo de la música….Las risas forzadas… le dejé sentadito sobre un cojín para que estuviera más cómodo, con las piernas colgando y sin decir una palabra. Le pedí que me esperase sin tan siquiera hacérselo jurar, por mucho que hoy en día los juramentos hayan sido sustituidos por promesas y las promesas por vacío. Me di la vuelta sin echar un último vistazo, triste de mí, hoy infelice. Tal vez fuera justo en el momento en que le di la espalda cuando dejó de existir, se marcho, se dio muerte, lo que quiera que hiciera pero sea como fuere, lo cierto es que cuando volví (acompañado de una mujer hermosa, con música en los ojos y el aliento salpicando ron), no estaba. Coño, deberían poner en algún sitio cuando un hasta luego es una mentira, avisar cuando los adioses te vayan a dar una patada en los huevos, pero no, para qué, tantas señales en este mundo y tan pocas advirtiendo de lo importante.

Removí cada rincón de aquella casa en su busca, debajo de los libros más polvorientos, entre las sábanas de las camas de los solitarios, en la rendija que se llena de polvo y encima del altillo de las maletas. Pregunté a todos y cada uno de los invitados y perdí su amistad y su respeto en el momento en que mi mano penetraba en sus bolsillos, en sus bolsos, en sus vidas que ni siquiera me importaban. Incluso me rebajé a llamar a mi ex mujer y a aguantar todos y cada uno de sus insultos para recibir como única respuesta el impertinente tartamudear de una comunicación que llega a su fin. Nadie sabía nada. Ni siquiera llegó una carta o un ramito de violetas sin remitente.

Desesperado deambulé por las tabernas y los burdeles y de todos ellos me arrojaron borracho, hartos ya de mis balbuceos. Me despidieron del trabajo. Los amigos dejaron de serlo, o al menos de llamar, que para el caso es lo mismo. Los loqueros (las pupilas orondas de lujuria y de fiebre) me mostraban camisas de luengas mangas y me perseguían por los parques y las avenidas para abrazarme con ellas.

Quise volver a ser normal, olvidándole, y fui a la policía, con esperanza.


Y como se llamaba

No se, ni siquiera me había dado tiempo a decirle su nombre

Y era grande o pequeño

Pues así como de un palmo pero igual ahora es mas grande, eso nunca se sabe, a lo mejor, hoy ya es un libro

Y de donde era

Pues es que no le pongo lugares a los cuentos

Y el Policía, ya un poco mosqueado, que porque le dejé solo, que si era realmente mío, y si no lo había encontrado, robado, secuestrado

No

No

Y no. Era mío. Muy mío

Había habido alguna pelea. Que tal andaba nuestra relación últimamente. Andaba yo con mujeres, con drogas, con alcohol. Podía mostrarle su partida de nacimiento

No se, no se, no se, que hasta los ojos se me ponían vidriosos de no saber

Como sabía si no se había marchado por voluntad propia. A veces pasa.

Sin respuestas. Todo se había convertido en una masa informe del color difuso de las paredes de la comisaría.

Y vuelta a empezar con el como se llamaba y si era grande y si no lo era……

De allí salí sin esperanza, pero con un retrato robot que buscaba un cuento de entre dieciséis y veinticuatro mil palabras, que igual versaba sobre un hombre esperando, que sobre una bruja de pechos fabulosos o sobre un oso polar con residencia fiscal en las islas caimán. Un cuento que bien podía ser lineal que de tramas circulares, fantástico o neorrealista, microcuento o novela corta y que bien podría haber inspirado Borges o Ana Botella. Ayer noche brindé en su memoria por vez última y dejé unas flores mustias a los pies de una farola solitaria. Le di un nombre que el nunca escuchará y le dediqué unas palabras que quedan entre él y yo. Si supierais algo de él os agradecería que me comentaseis como le va. Cierto es que para mi está muerto (cosas del despecho), pero también que no es mucha cosa la muerte en estos tiempos que corren.

martes, marzo 06, 2007

Sólitos (con tilde)




Siendo cursi podría acudir a lugares comunes, que para este caso están llenos de sol o de lluvia, que mas da, para decirte en medio de una cerveza o de unas crepes anegadas en chocolate, que a mi ya me ha merecido la pena ahogarme en este despiadado valle de lágrimas, por el mero hecho de haberme permitido bañarme a tu lado alguna vez.

Me lo pienso un rato y sigo con la firme convicción de seguir siendo cursi y sin remedio. Eludo la tentación de utilizar las malas palabras que tan bien me expresan para contarte, con algo de rubor de maquillaje, que primero estan los átomos y luego los botones, y más tarde las mareas y luego el firmamento y más arriba la galaxia y todo es universo, pero que eso todo es pura mierda (eludir malas palabras, eludir malas palabras) sin importancia, sencillamente por que aún no descubrí el lugar que te merezca, la palabra que te describa.

Y si seguimos encursilados y nos ponemos algo teológicos, decirte que la Biblia en realidad decía, al principio fuiste tu y al día siguiente, dios. O que fue al reves pero por simple estupidez del orden cósmico. El primer papa me tuvo envidia y se inventó el resto para matar el tiempo. Yo lo se, que soy mago y de esas cosas sabemos. Cuando ya sea mayor de verdad y un día en un banco de un parque cualquiera, un tío tan viejo y cansado como yo, me pregunte si mereció la pena, yo podré responderle, ya te digo, mientras te imagino con poca ropa.

Y ya arrebatado por la cursilería, infinitamente cursi, más cursi que ese dios que se atrevió a disfrazarse de tí, gritó, aullando como uno más de los trillones de condenados al infierno, que yo, que he visto la lujuría del sol paseando sus dedos por tu inmensidad desnuda, ni le temo a la muerte ni me da miedo la vida. La perfección ni existe ni se afana. El que la vió me juro que estaba llena de defectos (la perfección, se entiende). Por eso tu eres perfectamente imperfecta y ya es hora de que sonrías al saberlo.

Y lo más jodido de todo esto es que ninguna de las letras (ni siquiera la q) obscenamente expuestas (me cago en García Marquez y sus estúpidas teorías sobre los adverbios), en este lugar que no existe, (o si, pero que nadie puede pisarlo), ninguna (insisto, ni siquiera la q) es hiperbole y todas son realismo social. Que le den mucho por culo (definitivamente perdí la batalla contra el más chabacano de mis egos) a Julietas y Cleopatras (dicho esto con el mayor de los respetos), que yo encontré, de entre todas las mujeres universales, mi sitio diminuto donde poder descansar y taparme.

Ojalá que existan más mundos en los que poder buscarte, con árboles que celebren nuestro encuentro y nos escondan a los ojos de los mortales


... Y todo eso lo dijo de una vez y sin equivocarse y después se quedó dormido para comprobar que no había estado soñando. Las palabras se durmieron a su vera y ya nunca más se atrevió a pronunciarlas.