Cuentos de viejas
Y usted, ¿echa de menos cosas de la juventud?.
La mujer que estaba distraida y halagada, contemplando como el Joven daba buena cuenta de sus viandas, se desprende de la ensoñación y tarda en responderle
Que voy a echar de menos y calla un poquito pensando y atina a decir, ahora todo es mucho mejor, ahora hay carreteras y todas de piedra y no las cochiqueras esas que se llenaban de barro en cuanto caían cuatro gotas mal contadas. Y están los coches que también son mejores. Y hay luz y hay agua y se puede lavar en una de esas lava... lavad, lava leches, tu ya me entiendes, la cosa esa que gira, sin llenarte las manos de sabañones con el agua helada del río en invierno, y dais menos la tabarra con el pecado y le teneis menos miedo al infierno. Ahora todo es mejor, y calla y mastica las palabras (ella no es muy de palabras) y prosigue
Quizás el brasero, cuando nos juntábamos con padre y con madre y esto se llenaba de hermanos y sobrinos con menos suerte. Y mira que daba trabajo, que entre madre, la hermana y yo no parábamos un suspiro quietas, pero aquello era trajín y también vida. Recuerdo que cuando Aquilino me metió en su casa después de la boda, (que antes ni rogando) lo primero que hice fue un buen brasero... y aún se le estremecen los ojos detrás de aquellas brasas que se apagaron hace mucho.
Y los niños .... pero ya no. Ahora quema las casas dicen mis hijos y me han puesto calefacción que calienta más pero a mí que abriga menos. Bah, mejor, porque total, apenas hay nadie ya para asar castañas, y se pone la voz a nostalgear, ni tengo yo los ojos para costuras. Los que no están muertos, están a punto de estarlo y solo saben hablar de medicinas y de males. Y sin Aquilino, sin Padre y sin madre, y sin hermanos pobres míos, ya me dirás tu para que necesito calentarme si no hay fuego que lo consiga, que tengo los pies en puro hielo y nunca jamás se pasa.
Además ahora no hay tiempo para brasero.... y dice, que vieja y que tonta estoy hecha, historias de viejas que te van a indigestar las costillas
Y el muchacho hipnotizado ruega, no por favor no calle, siga
Si es que ahora no hay tiempo para nada. Mis hijos tienen sus cosas y apenas se dejan ver por aquí. Y cuando llegan traen a sus niños y sus niños traen camiones de cosas, montañas de juguetes, de aparatos que meten un ruido de mil demonios que no dejan parar tranquila. Y encima les das un achuchón y extrañan y te miran raro y te dicen que hueles a mantequilla. Y sus padres sonríen atontaos, modernos y atontaos. Vamos, le suelta eso a mi Aquilino uno de ellos y les pone la cara del revés, pero.... todos teneis mucha prisa, hijo, y dejais frío a vuestro paso, como si os faltara algo, como si no tuvieraís.... y calla la mujer y piensa la palabra, frunce el ceño, tensa la mandíbula y el muchacho espera sin acordarse del tiempo. De repente se alumbran los ojos de la anciana y exclama, eso es, es como si os faltara un brasero. Y ríe un poquito por haber encontrado la palabra exacta siendo ella como es, de tan pocas.
Y piensa el chico y el olor, también nos falta el olor a mantequilla.
Se esta calentito en aquella casa de la que se apodera el silencio. Sólo se oye al muchcaho masticar, sin demasiado empeño y a la mujer canturreando coplas ya apagadas mientras mira a la alacena en donde un día le escondían las madalenas.