El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

jueves, marzo 01, 2007

Historias interminables de colores nada casuales



Esta es una historia insignificante, es una historia minúscula dentro de un mundo de mayúsculas. Pequeñísima, diminuta, enana, casi invisible. Francamente ni siquiera se por que la cuento no tiene sentido. No merece la pena.

Por eso una historia excusa, algo más grande (aunque no mucho más) se abre paso y relega a la más enclenque al último párrafo. Quizás quien lea esto quiera prescindir de una o quizás de la otra, o incluso (cosa nada recomendable, si me lo permitís), de las dos.

Estamos en una democracia (o eso dicen). Haced lo que os apetezca.

La primera historia habla de un niño. Tan pelirrojo como pálido, tan delgado como torpe, no tan listo como estrábico ni tan estrábico como rico. Y encima le llamaron Cuscus porque le encargaron en Marruecos y a su madre le hizo gracia el nombrecito. Así que por todo eso y por las tendencias depredadoras de los animales humanos Cuscus tenía todas las papeletas para llevarse todas las hostias en la rifa de los niños del colegio público al que iba . Su mamá se empeñó en llevarlo a uno para que su hijo se mezclara con el populacho. Lástima que su concepto de mezclar no prescindiera de los zapatitos de charol o de los calcetinitos de organdí o incluso de los pantaloncitos cortos

Y sin embargo el único niño que llegó a reirse de Cuscús lo pagó toda su vida. Porque Cuscus además de todas esas cosas sin importancia, y consciente de lo capullos que pueden ponerse los críos cuando quieren, decidió aplicar el concepto de guerra preventiva a un objetivo mucho más mundano como era su propia vida. Nadie se reiría de él. Y Cuscús se hizo malo. Un cabrón. Un perfecto hijo de puta. Manipuló a los más grandes y más tontos para montar una camarilla en la que no se discutiera su liderazgo. Amenazó, chantajeó, abusó y cometió todos los verbos que frecuentan los mal nacidos.Y como siguió siendo feo siguió siendo malo, por si las moscas. Fue el colegio su tiranía y luego el instituto y luego la universidad. Era consciente de que nadie le quería, pero todos le tenían miedo y eso le bastaba. Ellos son peores se decía alguna que otra vez. Ascendió pronto en la escala social hasta convertirse en el lider incuestionable de un país cada vez más gris por muy pelirrojo que el fuera. LLenó las calles de su efige mucho menos estrábica y más atractiva que la suya propia. Dirigió todo de manera implacable con una leve sonrisa que gobernó las pesadillas del mundo entero durante algunos decenios. Hasta que llegó el día en que desapareció y comencé a verle por aquí. Dicen que en algunos lugares lo llaman muerte, pero no se exactamente que significado tiene esa palabra

Vivimos en una pradera sin fín, con algúna que otra montaña en el horizonte que nunca llega por mucho que camines hacia ellas. Dicen que en alguna parte alguién vio una torre y un lago y que un Mago nos gobierna sin gobernarnos. Pero yo creo que son cuentos de vieja, de gente desesperada como somos nosotros. Cuscus vive en un chamizo y sale poco, porque cuando sale las cosas le van mal. Quien no se ríe de sus ojos raros, le tira una piedra y si no, le tiran dos por si acaso una falla. Todo el mundo sabe quien fue. Algunos incluso están aquí por su culpa dice. Me hizo malo, me obligó a odiar al mundo tanto como a él, cuenta un anciano que apenas puede andar.

No lo se. Yo no me río por dos razones. La primera porque me da algo de pena ese cabrón al que nunca nadie en el mundo abrazó sin temblar de angustia. La segunda porque es la primera persona a la que jamás vi llorar por aquí y quien sabe si vuelve a las andadas. Los hay que juran que le han visto dando largos paseos con el mago. Bien haría ese hechicero en cuidarse las espaldas. Pienso si no sería mejor sacarle los ojos zambos al tal Cuscus, amputarle sus piernas de alfeñique, raparle el pelo sangriento, reventarle su corazón podrido, pero mientras escribo esto dudo de que aquí se pueda morir. Al menos nadie lo hizo. Quizás por eso sea el Infierno que algunos llaman. El lugar sin fin.




La segunda es la historia de una chica que lloraba. Y de un chico que sin conocerla de nada le abrazó en medio de la calle. También cuenta que la muchacha lloró mucho al principio, luego menos y luego nada. Incluso sonrió un poco. El chico se fue por su lado y la chica, más tranquila, por el suyo, distintos en todo caso, sin que nada hiciera indicar que se volvieron a ver alguna vez. Y ya está.