El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

viernes, julio 21, 2006

Trilogía del Bicho. Episodio II TORIBIO

Toribio acude puntualmente a su cita de todas las noches sin que se le eche en falta ninguna, cumplidor que es el chico. Al parecer tuvo una infancia dificl pero tras seguir una intensa terapia de fortalecimiento del ego ha aceptado esta reencarnación como un paso más en su camino al nirvana, un paso breve para mayor regocijo. De mayor quiere ser nutria vete tu a saber por qué.

Como mosquito que tiene el orgullo de ser, Toribio me pica a las tres de la mañana tres veces. Un en el antebrazo, otra en el pie y otra en sálvese la parte intermedia (retozón que nos ha salido el díptero), picaduras que indefectiblemente comenzarán a escocer rabiosamente a las cinco en punto, minuto más minuto menos. Si por casualidad eso no me despierta Toribio se dedica a zumbar en mi oido, minuto si minuto también, hasta que preso de cósmica ira, me levanto enloquecido en busca de venganza. Toribio zumba una vez más en mi oido algo así como ji ji ji (joputa bicho) y se pira, sin dejar tarjeta de visita ni movil en que contactarle. Hace bien porque llevo amaestrando unas torcales desde hace tres días. Las canibales mosquitos no pillan ni uno pero de palomitas se están poniendo bizcas.

El otro día aún adormilado por lo avanzado de la noche solte la mano en busca de liquidar su miserable condición. De Toribio ni rastro pero yo me he perforado un tímpano y para mi se ha acabado eso del stereo, hostia que me dí. Comprendeis pues que los bichos y yo no nos llevemos.

Y eso que el otro día conocí a Agripina, la dulce...

jueves, julio 20, 2006

Trilogía del bicho: Episodio !

Cuando era pequeñito, minúsculo podríamos decir dada mi pereza para eso de crecer, me encantaban los bichos. Jugaba con las hormigas, recogía las polillas, mesaba los cabellos de las cucarachas y trataba en vano de atrapar saltamontes por los páramos. Le cantaba nanas a las arañas (incluso a las que hablan y dan la murga), lloraba la muerte de las moscas, salvaba la vida de los mosquitos con ojos tiernos... Un día hurgando en la arena (actividad predilecta de niños menores de 5 años) encontré un enternecedor bichito que nunca había visto antes. Lo cogí con mis manitas y fui a mostrarle mi hazaña a mi papá que estaba hablando con mi tío un poco olvidados de mí. “Papá, papá, mira que bichito he cogido” dije con voz adorable a lo que mi papá respondió con un no menos cariñoso “calla niño que estoy hablando”. Terco como una mula (cualidad que el tiempo no me ha desgastado ni un poco) insistí en mostrarle mi hazaña. A la cuarta o a la quinta mi padre consintió en hacerme caso. Aún recuerdo sus ojos inyectados en sangre.

Al grito de "tira eso gilipollas" mi padre me invitaba cariñosamente a desprenderme de mi amiguito. Resulta que lo que había cogido yo con tanto cariño era un escorpión que había tenido el detalle de no picarme. El hecho de que estuviera muerto creo que influyó un poco en su decisión. Después de aquello mi historia de amor con los insectos se rompió abruptamente. Una amiga dice que si le tenemos miedo a los insectos es porque estos tiempo ha dominaron la tierra y nos ha quedado un regustillo de rencor hacia sus inofensivos descendientes. Como no toma sustancias psicotrópicas le doy la razón. Por eso y porque no se me ocurre otra cosa.

Sin embargo yo tengo un amigo que se llama Toribio. Toribio es un mosquito que me visita puntualmente todas las noches… (continuará)

En el próximo episodio:

Toribio nos relatará de viva voz su corta pero intensa experiencia vital y su relación con el señor que se esconde detrás del mago Zifnab. Se aventuran impactantes revelaciones

domingo, julio 16, 2006

Juego de palabras

Cuento la hostia de triste que no está basado en hechos reales. Luego que nadie venga con que si es deprimente ni nada de eso. Lo es. Advertidos quedáis.
Prometo contar la historia de Toribio, un mosquito
que me visita todas las noches para compensarlo

Basado en una idea de Bito
(iba a poner el simbolito es de Copyright y no se como hacerlo
así que ponedle un poco de imaginación)






Piso primero

Dice una voz metálica en tono impersonal. Sin personalidad, sin matices son las pocas voces que le dirigen los fantasmas, el pueblo sin sombra. La camarera de la cafetería en la que desayuna todos los días. La gente del trabajo que nunca le hace preguntas sobre su vida. El portero que a veces ni le desea buenas noches. La puerta de la casa vacía que ni siquiera es suya

Segundo piso

Un día pensó que era un perdedor y le hizo gracia. Eran buenos días, aquellos en que aún se sentía joven mientras lo era. Cuando aún no se ha pensado durante demasiado tiempo, hasta las derrotas te hacen feliz. A ella también le hizo gracia, le confesó el primer día que la tuvo desnuda entre sus brazos.

Tercer piso

Siempre le resultaron simpáticos los malos de las películas y despreciables los buenos que creyéndose en posesión de la verdad se quedaban con la chica y mataban a los canallas sin sentir ningún remordimiento, por eso se hizo ateo practicante con un toque satánico. Al fin y al cabo Lucifer fue el primer perdedor de la historia.

Cuarto piso

Lo que fue estética se convirtió en pasión enfermiza. El día en el que desde la dirección de la empresa le comentaron con eufórico gesto tienes un sitio entre nosotros, el dijo, no quiero ser un triunfador. Le despidieron al día siguiente

Quinto piso.

La noche en que su equipo de fútbol ganó la liga no volvió a ir a ver un partido

Sexto piso.

Sintió asco al descubrir una sonrisa complaciente acerca de si mismo. Ser feliz es el mayor de los triunfos así que decidió ser el hombre limón, el fruto amargo

Séptimo piso.

El hombre más estúpido del mundo. El mayor imbécil del reino. En la mesilla de noche de la casa que en un tiempo borroso estuvo repleta por los dos le esperaba una nota. “Lo siento. No pude. Te quiero”. Y se la imaginó triste tan triste mientras lo hacía. La última vez que se abrazaron ella apretó bien fuerte y el no entendió, una vez más. Y ahora tanto tiempo después de confundirse por primera vez le vio las intenciones a la derrota y no le gustaron.

Octavo piso

La derrota es una amante exigente, no basta con repudiarla para que ella se marche por la puerta de atrás. Una tarde miraba la televisión aburrido, un programa infantil. Recordó los tiempos en los que aún no era imbecil. Y rebuscó en el cajón de los recuerdos rotos y encontró un camión de bomberos, rojo y mutilado de una rueda. Y el saco de las chapas con caras de ciclista. Un par de soldados de plomo que no eran Cascanueces. Una pelota desinflada. Pero la marioneta del lobo de caperucita, su primer ídolo, no estaba. Y supo que estaba condenado a la derrota. Y comprendió cual era la última.

Si la derrota es jodida, la lucidez lo es aún más. Había sacrificado su vida a una idea y tarde, siempre tarde comprendía, que todo aquellos que deja atras a amantes y amigos o es mentira o debería serlo. Da igual que la idea sea económica, política social o estúpida como esta. Todo empieza y acaba en quienes queremos. Imbceil. Imbecil. Imbecil. Pensaba mientras caminaba. Ella, también murmuraba en cada paso.

Abre la ventana y se arroja. Noveno, octavo, séptimo y sexto

Tampoco la lucidez le concedió un respiro ni siquiera en momentos tan turbulentos

Si el dios rutilatente todo lo había dispuesto, este salto le complacería. El sacrificio de un pobre invisible engordaría aún más sus ansias de omnipotencia. Deseó ridículamente volver atrás y encontrar un triunfo. tal vez pensarlo lo era en cierta forma. Pírrico sí pero algo es algo aunque sea poco.

O todos ellos. Todas las victias concebibles Ella sonriente al otro lado de la cena. El en un piso de un rascacielos del que jamás pensaría en arrojarse. Su equipo campeón de la copa de Europa.

Quinto, cuarto, tercero, segundo y primero.

Ninguno.