El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

domingo, agosto 13, 2006

Cuento cantado o canción contada, lo que vos prefiráis pero 1, en cualquier caso.

Instrucciones de uso:

1. Se le da al triangulito del castpost o lo que es lo mismo, al play.
2. Se le da al pause hasta que la barrita se haya vaciado entera
3. Se le vuelve a dar al triangulito o lo que es lo mismo al play.
4. Se lee de forma acompasada a la música.
5. Al finalizar se puede volver a escuchar el archivo tantas veces como se quiera o incluso cagarse en los muertos del mago que se aburría y se puso a cantar un cuento o contar una canción porque se aburría, valga la redundancia.




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Y la niña, mientras el humo del cigarro le revela los secretos, con la voz rota pero menos rota que antes (el tiempo remienda incluso las laringes que el llanto estranguló) canta y mientras canta, cuenta, su historia

Que érase una vez una niña que conoció a un niño y que se enamoró como una tonta (porque no hay otra forma de enamorarse quizás) y que a su lado miró las estrellas y paseó de la mano, que a su lado se sintió más desnuda que nunca. Que hubo un tiempo en el que ella sonreía incluso cuando llovía. En esos días leía. En esos días cantaba. En esos días era feliz. Se ruborizaba cuando el viento jugueteaba con alguno de sus pelos más rebeldes. Se estremecía cuando el posaba las yemas de sus dedos en sus parpados. Cierra los ojos y sueña, le decía…

Lo canta, lo cuenta, con un aliento que deshace las razones. Añora y mientras añora canta y mientras canta llora un poquito. Aún escuece. En los ojos ojeras y en el alma ganas de dormir...

Y regresa a su historia que como en los otoños se nubla un poco. Ahora ya no ríe tanto ahora espera más de lo que ríe. Un tiempo de noches eternas que no dejaba de bombear pensamientos tétricos. Ahora el invierno era más frío y en el verano no había mar. Ahora los paseos le agotaban y la cama era más grande que nunca. Qué pasó, se pregunta. Qué pasó, se vuelve a preguntar y preguntando y preguntando la laringe vuelve a enrojecerse

Lo canta lo cuenta con ansias de aniquilar la memoria. Piensa en una barca vacía y en un mar sin final. Y ella en esa barca y nada más. Salvo niebla quizás, salvo olas, probablemente.

Y suena una guitarra que no es sino el niño que también chilla y que mece una pena, dormida, y callada. Una pena a cada nota más y más desesperada. Tan repleta de lejanía tan estremecida de ausencia. Una pena, como la de todos. No más. Nunca más.

Y la niña no canta sino que cierra los dientes y aprieta los puños y grita a los cielos por insensatos por insensibles, porque me lo ofrecisteis y luego os lo llevasteis. Contestan los sonidos invisibles y ella que no los oye aun musita, qué pasó, qué pasó hijos de puta.
El viento arrastra polvo, las hojas caen, los árboles se desnudan y se vuelven musgo. Hace frío. Y las preguntas resuenan sin encontrarse

Las de él.

Las de ella.

La una canta, el otro aulla, ninguno de los dos se oye...