El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

jueves, abril 12, 2007

Enredaderas








La casa estaba callada.

Lo que quiera que fuese que estaba en el horno olía bien.

Las persianas estaban a medio echar, los cojines recién mullidos. Se habían dejado encendido el stand by de la televisión

Había un poco de agua derramada sobre la mesita justo debajo de una taza (ni gris ni roja ni verde) a medio beber.

Por alguna extraña razón supo que nunca más volvería a verla y la angustía le zarandeó como una marea


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Gritaban las gaviotas allá arriba.

El mar se movía pesadamente, arrullándola. El sol le acariciaba el cuerpo, le hacía cosquillas en los pezones. Todo era penumbra en aquel día sin nubes, en aquel mundo sin fin.

El le abrazó por la espalda. Ella le regaló una sonrisa invisible.

Nunca más volvería a marcharse

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martes, abril 10, 2007

De dedos






El meñique fue a por un huevo. El huevero, escamado por el raquítico aspecto que ofrecía su cliente dudó de su solvencia, se negó a atenderle y el dedo, hijo menor de una dinastía de abogados sin escrúpulos, obtuvo el amparo de los tribunales, logró la clausura del huevería durante un mes entero, la pública reconvención del antipático huevero y dos huevos, uno en concepto de costas que guardó como testimonio de su triunfo y otro segundo que inexplicablemente le regalo a su primo el anular.

El anular partió el huevo. El dedo anular, quizás por pertenecer a un hombre soltero, era depresivo, melancólico, propenso a la introspección. Se sentía un inutil. No sabía cual era su papel en esta vida, y no pudo evitar al estar delante del huevo, preguntarse que fue antes, si el huevo o la gallina. Se imaginó una gallina cósmica sacando por el culo un huevo universal , lo cual fue demasiado para el. Ingreso en un balneario en el que por las noches un cuarteto de cuerda interpretaba adagios y donde la gente hablaba bajito incluso mientras comían. Por si acaso llevaba una botella de whisky para los días malos en los que le daba por volver a pensar y se cogía unas curdas tremendas que las enfermeras, con voz melosa, le reprochaban a la mañana siguiente.

El dedo corazón se encontró con el huevo partido y le echó sal. Y se preguntó, porque siempre lo hacía, por que a mí, por tener un primo trepa y un hermano tarado. No es justo. Estar en medio, ser el más alto, y que nadie te lo reconozca. Y se imaginó a si mismo tomando ese huevo y vendiéndolo de estraperlo en un lugar en guerra sacando por ello tres o cuatro huevos más. Y dedicarse a ello tres o cuatro años hasta tener un huevo de huevos y armado con ellos arrojárselos a su padre, a us hermanos, a sus primos. Llenar de huevos al mundo para demostrar que el existía. Y luego lo pensó mejor y todo eso le dió una pereza tremenda así que se fue a su habitación a ver si por una puta vez, los pulgares le dejaban jugar a la Play.

El dedo índice cogió el huevo lo desestructuró e hizo una espuma de huevo frito con aroma de albahaca y jazmín.

El dedo pulgar se comió la espuma, eructó sonoramente y le pegó una hostía a su hermano por hacer gilipolleces con la comida. La próxima me haces un huevo frito en condiciones, subnormal, que eres subnormal. Luego se fue a la habitación del dedo corazón a aclararle un par de cosillas en relación a eso de jugar a la Play. Después. penso, le mandaría un sms a la novia, y a ver si por entonces podía de una vez comer en condiciones. Nunca me cayó muy bien mi dedo pulgar