El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

sábado, septiembre 10, 2005

Ella siempre es una razón

Vigo. Agosto 2005. Acudo a una boda como invitado paquete. Me quiero morir...¿que que es un invitado paquete?. Es aquel a quien nadie conoce, que nadie entiende porque han invitado y que el mismo no se explicamuy bien por qué narices esta allí. Pero el gilipollas, en este caso el menda, coge y va. Normalmente hasta se lo pasa bien, como fue el caso, pero hasta que se relaja un poco, todo es un desastre.

Para empezar las bodas a las que acuden los invitados paquetes, siempre se celebran en días extremos. Nada de tardes templaditas donde corra la brisa del mar acompañando el dulce aroma de la tierra mojada. No. Es más, ni de coña. En esas bodas o te abrasas o te pelas. En este caso, te abrasas. Y no, dentro de la Iglesia por mucha piedra que tenga y por muy gallega que se precie de ser, hace un calor de cojones, si es que se puede decir cojones en una frase en que tambien se ponga Iglesia. Pero es que yo siempre quiero ir mas allá. ¿Quien fue el cabrón que inventó el traje?. Los magos gustamos de usar aireadas túnicas sin ropa interior que valga y vamos asi de relajados por la calle salvo en los días de mucho viento, pero los trajes dan calor, dan mucho calor, canastos y nunca el suficiente cuando hace frío. El caso es que mientras que un señor de blanco, comunmente conocido como cura, decía lo que se suele contar en estos casos, yo sudaba mucho, pero mucho mucho y como sudaba mucho buscaba imaginarme cosas para no pensar, que eso da mucho calor.

Y no tarde mucho en fijarme en las tres señoras de delante a las que mi perversa mente muy pronto relacionó, bien con las Grecas, bien con Flora, Primavera y Fauna

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Y es que resultaba dificil no acabarse fijando, tal era la variedad de lentejuelas que ostentaban entre las tres. Una en un broche, otra en un top, y una tercera, la más temeraria de ellas, con tal profusión de las mismas, que su blusa parecía el agujero negro de las lentejuelas. Una lentejuela más y aquello se colapsa de lentejuelas y el universo a tomar por culo. Pero no contento con tanta crueldad por mi parte, de repente se me vino a la cabezala imagen a esa mujer colgada del techo (con un suspensorio por ejemplo, que yo no le deseo ningún mal a nadie) y dando vueltas, deseosa de ser una bola de discoteca sobre la que inciden luces de mil colores diferentes y, ya la desatada la imaginación, se me aparecieron todos los invitados disfrazados a lo Village People, bailando desenfrenadamente al son de la celestial musica del órgano de la Iglesia.



Podeis imaginar que yo miraba a la Virgen rogándole perdonase tamañas afrentas, pero es que las señoras de delante no ayudaban. Llega el Credo y la Superlentejuelas comienza a rezar... hostia, no he visto a nadie capaz de rezar tan rápido. Si llega a haber un notario del libro Guiness la señora esta sale en letras de oro. Si es que el cura iba por la mitad y a la señora, como le sobraba mucho tiempo, le dio por rezar un par de rosarios de más. Iba tan rapido que me dieron ganas de señalarla y a voz en grito proclamar a Dios y a quien haga falta "minipunto para el equipo de las chicas"o en su defecto "si no son Micromachines no son los auténticos". Y no contenta con eso, en el momento de la comunión, en ese instante en el que hay que arrodillarse, quedando el reclinatorio lejos de sus rodillas, va y emprende junto con Primavera (la del uso de lentejuelas con moderación) una carrera a ver quien se humilla ante Dios antes. Y eso a a la edad que debía gastar la señora, encantadora por otra parte y mucho mejor persona que yo, resultaba cuando menos, curioso. Más si debajo de tu chaqueta llevas toda la potencia de un microhondas a 900 W.

En medio de tal paroxismo, envidiaba hasta las lámparas y por primera vez le encontraba una utilidad a la corbata mas allá de la de amargarte la vida. Si te cuelgas con ella del techo, mueres...

A lo mejor, si eso, continua...

domingo, septiembre 04, 2005

Retahilas

Era hermosa y distinguida, pero de hielo, de un hielo cegador y centelleante, y, sin embargo, estaba viva; sus ojos brillaban como límpidas estrellas, pero no había paz y reposo en ellos
Andersen


…era la Princesa de Hielo porque toda ella era Frío. Su voz, sus gestos, su indiferencia. Incluso sus ojos de café con leche, acogedores y tramposos.

Frío. Tanto como un bolero susurrado por la Muerte, arrebatadora esa y todas las noches de tan bien que le sentaba el negro. Tanto que mientras hablaba, el camarero se echó los brazos a los brazos, frotándolos disimuladamente (ella sonreía sin sonreír, sin parar de enlazar palabras, odiaba el silencio).Tanto que hubo un momento en el que tuvo que pedirle disculpas y salir corriendo en busca de un abrazo de lana que no entendiese de nieves, mientras ella, impertérrita, proseguía narrando la historia que había venido a contarle y su voz se esparcía, extraña, por los recodos del local, como un diapasón cuyo aullido se derramara entre un bosque de estalactitas de mercurio y de sal…