Torre de hechicería (...Dos)
En el otro extremo del mundo hay lagos que reflejan columnas de marmol
Virgina Woolf
Virgina Woolf
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Salir se puede lo que no hay es salida o al menos aún no la he descubierto. No hay puertas ni llamadores, no hay mirillas, ni goznes mal engrasados. Cierto es que la torre está muy deserdonada y que amontono recuerdos de mil épocas pretéritas o que aún no han sucedido. Un carrito de madera. Un casco de carey. Una llave oxidada. Miles de libros antiguos, futuros, algúno que otro recién escrito. Redomas de colores que no existen. Brumas salidas de la boca de un dragón disecado. Un dolmen que brilla con la luna llena. Un espejo que jamás te muestra tu decadencia. Otros libros. Torres de recuerdos que a veces me apenan y otras me reconfortan. ¿quién trajo todas estas cosas?. No lo recuerdo. No lo se... Anécdotas desperdigadas por todas partes que podrían ocultar una salida pero jamás una puerta. No no la hay. No se cuando vine aquí ni por qué pero se que si hubiera una salida lo sabría o alguien me lo hubiera dicho.
Pero se puede salir. La cosa es desearlo y la torre, como hechicera que se precia de ser, te saca. No es un buen sistema por mucho que se lo pueda parecer a los despistados que se dejan las llaves por todos los sitios porque hay días en que aunque necesites salir, te quedas donde estas por muchas patadas que des o alboroto que montes, y otras, en que adormilado por el humo de la hoguera y por la lectura de un libro aburrido te encuentras, de repente, de patitas en la calle. Si yo no se el lugar donde se esconden mis deseos, me cuesta mucho aceptar que pueda hacerlo una mole de piedra que jamás dijo esta boca es mía (más que nada por que sin salida no hay boca). Pero a lo mejor si. A lo mejor mi torre es mi deseo y a veces quiero estar dentro y a veces no. Ten cuidado con lo que deseas decían los chinos, pero hace tiempo que no los veo. No se si murieron o bien se marcharon. Al fin y al cabo viene a ser lo mismo
Y ese no es el único problema. Saber donde sales tampoco es sencillo. Jamás llegué al paisaje que veo desde mi ventana, nunca me tentó el abrazar a la luna justo antes de su desvestido baño, ni oler las flores de las que las hablé pues nunca fue ese el lugar que la torre escogío para mí. Ya quisiera para mí el sistema que ideó Howl para su castillo ambulante en el que una rueda de distintos colores te indicaba el lugar que verían tus ojos. Mis ojos solo descubren sorpresas, algunas agradables y otras, pues no tanto. Por contra he de reconocerme afortunado pues de esta forma visité islas rodeadas de mercuriales mares en las que cielo y mar eran infinito y misterio, que de otra manera jamás huibese hollado. Visité un mundo en el que la lluvia era tan intensa que nada supe de lo que me rodeaba, salvo una voz sabia y profunda que me dijo "parece que va a despejar", antes de callarse para siempre. Desiertos de cristal que dejaban ver espeluznantes criaturas atrapadas en el interior de las dunas. Lugares en los que volar tiene sentido (espiritus livianos me rodeaban y se burlaban de mi perpetua caida) y otros en los que morir no era definitivo. Rincones oscuros de piedra que me devolcían mi tristeza cada vez que hablaba. Mundos sin dolor y almas abrasadas. Todo eso lo ví antes de volverme loco, o puede ser que después. No lo se. El tiempo no es cosa que me haya importado nunca. Mil veces esperé días enteros para regresar al calor del fuego. Malhumorado me recupereaba en mi cama olvidando con el sueño la realidad
Bito, podría jurarte que desee acercarme a la luna. Varias veces la soñe entre mís brazos, varias veces me imaginé entre sus piernas, tan hermosa, tan rizada. Pero la torre no quiere o no puede darme ese capricho, más bien obsesión, y la vez que intenté salir por el ventanuco me di cuenta de que por mucho que el tiempo me la traiga al pairo, al tiempo yo no le resulto tan indiferente. Casi me mata, la altura, la vejez y la puta torre y aunque me no hubiera importado (no es mucho dinero si preservo las esperanzas de abrazarla) recuperé al seso de forma inoportuna y mucho más cobarde, segui malgastando mi vida siempre demasiado lejos. No lo se. Solo. dormido. Leyendo. Fumando. Quieto. Así se sucede la vida de un mago que no es ni mejor ni peor que la que te ofrece cualquier otro oficio.
Eso sí, desde lejos la lloro y sigo enamorado aunque nadie me escuche los lamentos y piensen que son lobos, los muy idiotas.