El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

sábado, febrero 04, 2006

Mil

Mil veces que viera ese vaso de cristal olvidable, mil veces que le recordaría su ausencia.

Nunca se atrevió a quitarlo de la balda de encima del fragadero. Ni después de decirle no vuelvas, ni después de arrepentirse, ni siquiera mucho tiempo despues cuando ya todo daba igual.

Mil veces hasta aquella noche la que la luna llena, la música que se colaba por la radio, el olor del mar tan lejano o la angustia, que también podía ser, se le puso en el hombro y le susurro tentaciones. Se acerco descalzo y sin hacer ruido para que no le diese tiempo a escaparse. Lo cogió entre sus manos, saboreándolo, rodeandolo de caricias. Lo siento, dijo y lo arrojó con mil rabias contra el suelo, que si me siento solo, que si nunca más, que si ojalá hubiera sido, que si no pudo ser.

Se rompió en mil pedazos

500 se quedaron a su izquierda y se sintió solo. Mejor. SOLO.
500 se inclinaron por la derecha y se sintió aliviado. ALIviado. Nada más.

Desde entonces nunca pudo evitar mirar la balda, llena de vacíos, cada vez que entraba en la cocina. Nunca más pudo dejar de sentirse dos personas, una que extrañaba otra que había acertado. Sola la una sin la otra.

Fin. O no.

Y la Princesa y el Príncipe se ca-n-saron
Y por una maldita y entrometida ene cambió el final del cuento
y nunca más volvió nadie a ser feliz
y las perdices fueron prohibidas en el reino.


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martes, enero 31, 2006

Mi soledad se siente acompañada

Las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas,
todo cambia ligeramente cuando lo expresamos,
nos parece un poco deformado, un poco necio.

Hermann Hesse



Es curioso
incluso patético.
Todos conocemos
nuestra soledad
pero ignoramos
la que nos rodea.


Ya lo decía Pablo Milanés con aquello de que mi soledad se siente acompañada... y es que estoy convencido de que no solo me pasa a mi sino de que es algo tan unicversal como la muerte que, al fin y al cabo es la formá mas absoluta de estar solos.

Todos lo estamos. Ni siquiera es culpa nuestra. No nos dieron las herramientas necesarias como para sentirnos culpables también por esto. Las palabras no sirven, nunca son suficientes. No depende de la cultura que tengas, aunque cuanta más poseas, mayor debería ser tu libertad de pensamiento (pero hay tantas y tan poco honrosas excepciones que esto debe ser una gilipollez que se me acaba de ocurrir). Un lenguaje condiciona tu forma de pensar y basta haber querido intensamente o haber odiado de la misma forma para darse cuenta de hasta que punto un idioma resulta incompleto. Existen otras formas de comunicación de lo que somos y de lo que sentimos, pero nuestros habitos sociales, nuestros propios prejuicios ,las condicionan demasiado. El asesinato puede ser la muestra más gráfica del odio o hacer el amor de lo contrario, o términos medios como un abrazo o como una mirada o una imagen que dijo el banquero que todo lo valoraba que vale más que mil palabras, pero claro, comunicarse de esa manera (excluyendo la primera de ellas a ser posible como es evidente) no siempre es sencillo. Las interpretaciones, los equívocos nuestros propios complejos son barreras muy difíciles de superar. Somos todos pues minusválidos. Y a mucha honra. Así podremos aparcar más fácil.

Lo que quiero decir es que si nos diésemos cuenta de que quienes nos rodean están tan tarados como nosotros, resultaría más sencillo perdonarles e incluso, esto ya es la hostia de complicado, de perdonarnos a nosotros mismos. La soledad nos empuja a sentirnos incomprendidos y sentirnos incomprendidos nos obliga a mirar con desconfianza, cuando no con rencor, a cuanto nos rodea. La historia es conseguir comprender que ese vacío no significa que nadie nos haya echado mal de ojo para putearnos (no somos tan importantes), sino que venimos así de fábrica y que cada una reacciona a su manera, unos mejor (un brindis por quien compadece o le da por la tierna) y otros peor (jodiendo al personal que les rodea para hacerles sentir tan miserables como ellos se sienten en este mismo momento) y la mayor parte de las veces, vuelta y vuelta. Detrás de la tortura solo existe la ignorancia (pero esa siempre esta ahí) y la tormenta. La tortura es el síntoma de la causa de la causa de la causa del mal y a ver quien es el valiente que sabe decir hasta aquí hemos llegado que yo me bajo. Pues no lo hay y los que hay, se esconden bien. Soledad en mayúsculas y subrayada. Ni siquiera basta estar acompaado, porque no hay siento que te haga sentir más solo, que cuando estas rodeado de gente. Crees que no tienes razones cuando tienes más que en ningún otro momento, porque es en esos momentos cuando tienes la necesidad o incluso la intuición de hacer saber quien eres y que sientes y es entonces cuando descubres que dificil es.

Todo viene de ahí. De nuestra incapacidad para comunicarnos. De nuestra capacidad para sentirnos importantes. Estamos solos y todos los que queremos también lo están. Por eso siempre sobran los juicios de valor. Basta con hacerlo con los hechos para construir una sociedad. El resto solo destruye.

Esto lo creo yo y me pone bizcochón cuando lo dice una película o un libro, que cada cual crea lo que le venga en gana. También creo para que comprendáis hasta que punto puedo llegar a ser un iluso, que no es casual la semejanza entre el liquido amniótico y las lágrimas, que un día el Estudiantes ganará una liga estando yo vivo y que habrá un día en el que después de acariciarnos hasta desvanecernos, nos demos una tregua y nos miremos a los ojos, amnésicos. Ni trata de pontificar ni de captar fieles, más que nada porque es un ladrillo de un día turbio y aburre hasta a las ovejas (a mi me aburro, por ejemplo) y yo no quiero rebaños, ni siquiera por aburrimiento. Solo es algo que me sirve para luchar contra la amargura y para ser capaz de descojonarme de mi sombra un razonable número de dias. Solo es eso.

Sed felices.



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