El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

sábado, octubre 22, 2005

Dudaba...

... entre si hablar de cine, hablar de música o escribir un cuento. Dudaba demasiado así que decidí hacerlo todo a la vez. Hoy estamos que lo tiramos oigaaaaaaa. Todo cortito eso sí, que no son horas.

Cine:

Mañana me atrevo con la "Vida secreta de las palabras", lo cual me lleva a recordar que un día vi "Mi vida sin mí" y otro día hace más tiempo "Cosas que nunca te dije" (la escena en la que una mujer llora desconsoladamente porque no hay helado chocolate chocolate chip es brutal) -otro parentesis, separado con palabras- (y también vi la otra, pero es que esa no me gustó y no me acuerdo del nombre. O si me acuerdo pero no lo pongo). La Coixet habla de los silencios y de las ternuras y borda las dos. Mi vida sin mí es una de las cosas más bonitas que he visto, mejorando lo presente claro. Por eso mañana tengo ganas de ir a verla, por eso y por otros motivos, más cercanos, más mágicos.

Cuento:


"Que no lo haga, por favor que no lo haga"

Era gordo y feo. Extreordinariamente feo. Insultantemente, pensaban algunos. Tanto, que se le quedaban mirando con cara de asco. El entonces se les acercaba y les decía sonriendo "de nada". Aunque aquellos gilipollas no lo sabían, el siempre les hacía un favor, él era más feo que ninguno. Era tan inteligente que le gustaban las risas y no podía remediar una carcajada cada vez que se miraba al espejo, descontrolada y sin puntos, sin comas y sin rencores. Era tan listo que no servía para engañarse a si mismo, por eso nunca le habían roto el corazón, ojalá lo hubieran hecho. Eso significaría que alguien habría dejado de quererle. Y no nos engañemos, ni los institutos ni los trabajos saben mucho de almas y a nadie nunca le había importado una mierda por donde quedaba la belleza de su interior. Tenía a sus padres, si, pero quién no. Y aún así no era infeliz y lidiaba con lo que le había tocado y de vez en cuando, mientras meaba decía sin amargura "me esto meando en tu cara, mundo de mierda".

Por eso ahora no entendía como cojones aquella chica se le había cruzado por la mirada y por las ganas. Y no era ni muy guapa ni era muy fea, solo era, que es más que lo que nunca le había parecido nadie. El la observó un buen rato, bebiendo distraidamente una cerveza e indiferente a la expectación que siempre causaba. Por fín ella levantó la cabeza.

"Que no lo haga, por favor, que no lo haga".

Tardó un poco, lo justo para despertarle las esperanzas, pero lo hizo. Se rió. El dejo la jarra en la mesa, cogió el abrigo y con una mueca (esta si amarga, esta si más podrida) se dejó marchar, con el corazón un poco más mustio, pero no roto. Ojalá, pensó.
Música:


La música es tontería hablarla, cuando se puede escuchar. Y resulta que ahora como hasta en Internet hay gente buena, un hombre sencillo e illa (gracias, muchas gracias) han hecho que mis neuronas lleguen a una conclusión para que lo que yo escucho pueda escucharlo más gente sin que piensen que se han vuelto locos porque oyen voces etéreas . Hace tiempo todos o casi todos, contestamos a lo de cuales eran nuestras cinco canciones favoritas. Una a una vendrán. Empiezo por una que sólo me gusta, que no tiene significados que solo yo se. Me gusta porque me gusta y de gustos no se escribe porque no hay forma de justificarlos. Me encanta la letra, me excita la música. Recomiendo agitar la cabeza frenéticamente para que haga todo el efecto. Para aquellos que sean más sosegados, ya habrá tiempo. Otro día pongo la letra. Ahora me voy a la cama.



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Sed felices

miércoles, octubre 19, 2005

Un mal día, otra vez

No se me ocurre otra cosa que lo que ya escribí.

O no me apetece enfrentarme con mis fantasmas que diría Sábato.

Sed felices. Prometo envalentonarme antes del siguiente eclipse.

Aunque el gato negro trepó despavorido hasta lo más alto del árbol más cercano, la pedrada le alcanzó de pleno en la cabeza y cayó irremediáblemente muerto hacia el vacío. Había tenido la mala suerte de que un niño blanco se le cruzase en aquel funesto día trece.

lunes, octubre 17, 2005

Swatch

Odio a los suizos. Ya ves tu. A la mayor parte de la gente le aburren, los más les echan en cara ciertos comportamientos bancarios de dudosa ética. Otros dicen que los suizos ya tienen suficiente con que el bollo que lleva su nombre sea tan soso. A mi me caen mal, manías que tiene uno.

Si ya al hombre, el todopoderoso y grandilocuente hombre, le dio por ponerle puertas al mar e inventarse el tiempo...

El tiempo no existe. El tiempo nos lo sacamos nosotros de la manga, como si fueramos un ilusionista decadente y torpe. Nosotros nos creemos la medida del tiempo. Cuando hablamos de años nos referimos a una realidad que sería distinta si viviésemos en otro planeta. El tiempo es algo tan inabarcable que quizá podamos parecer algo estrechitos de miras al escoger una medida tan ridícula. Si Dios existe el tiempo no, en cuanto a que alguien que no desaparezca, no sabe de principios ni finales, ni tampoco de transcursos. Si Dios no existe el tiempo tampoco, puesto que no hay nadie que tenga memoria para saber si comenzó, o si se repite o si va a desaparecer. Y sin embargo, nosotros una vez más, nos creemos el culo del mundo y pretendemos domarlo, reducirlo a realidades más asequibles para nuestra imaginación. Lo domesticamos, lo reducimos a una simple anectoda, un grano de arena en unr ecipiente de cristal, una sombra miseráble sobre la fachada de un edificio con fecha de caducidad. El tiempo se rie de nosotros cuando nos morimos.

... van los suizos y se inventan abominables mecanismos repletos de engranajes, poleas, ruedecitas, cuerdas, metales, maderas, piedras preciosas, pájaros muertos, leñadores bailarinas y obispos, que son bonitos, pero joden porque suenan. La única forma decente de medir el tiempo es cualquiera que haga discreto su transcurso. Nadie puede saber cuanto tiempo ha pasado si no mira un reloj digital, y como coño se sabe en que hora vives escuchando un reloj de arena (incluso mirándolo, que esa es otra). Pero a los suizos eso les da igual. Inventan relojes obscenos que declaman con descaro nuestra absurda mortalidad. Y cuando las cosas van mal dadas, cuando los problemas circulan circulares en el sentido de las agujas del reloj (no podía ser de otra forma) siempre hay un puto reloj que te patea las tripas por cada paso que da. Insisto odio a los suizos aunque los suizos no tengan la culpa.

Sed felices.