El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, noviembre 01, 2006

Curro

He sido muchas cosas.

La primera reencarnación siempre es en célula, nadie sabe muy bien por qué, aunque algunos opinan que se trata de una lección de humildad. Si comenzáramos siendo dioses, difícil sería ser cerdos después. Algunos por lo bajo piensan que no habría demasiada diferencia. Sonreímos la maldad y seguimos a lo nuestro. La vida de célula no es en verdad apasionante y cuando le vas cogiendo el gusto, mueres y otras ocupan tu lugar. Así de sencillo.

No me acuerdo muy bien lo que llegué a ser luego. Juraría que en algún momento fui organismo microscópico en un charco de un suburbio de Dublín y ácaro en la alfombra de una habitación en la que entraba un sol la mar de agradable por las tardes. Fui muchas cosas, todas pequeñas, casi invisibles. Cada vez que moría soñaba con ser hombre y cuando despertaba siendo diminuto, me aplicaba con mayor ahínco.

De lo que si me acuerdo fue de cuando fui mosquito. Picar es divertido pero pasear por los oídos de los que duermen lo es mucho más. A veces en su afán por acabar contigo se propinan sonoras bofetadas y maldicen en mil idiomas, mientras tu profundizas en su desesperación y te ríes en su cara a la manera mosquita. Se ve que me encanta joder y ese era un buen momento para demostrarlo. Hasta el día en que aquel olor tan extraño me incitó al sueño y a la muerte. Fui mosca. No quiero referirme aquí a mi experiencia como escorpión, no fue algo de lo que me enorgullezca. Fui luciérnaga de una noche de verano con el culo más bonito que jamás visteis y libélula en un remanso del Missisipi. También avispa y zángano y abeja reina y hormiga obrera. Muchos bichos pero cuando me tocó ser escarabajo e hice a la perfección las cosas de escarabajo, revolcándome en el estiércol y arrastrando ridículas bolas de un lado a otro sin propósito conocido, pensé que de la siguiente no pasaba. En la siguiente soy hombre.

Y en la siguiente… gusano y entonces me cagué en todo (para regocijo de los escarabajos) y puse el grito en el cielo (que por supuesto no me escuchó) y me pregunté de lo más retóricamente quien coño era el que asignaba las reencarnaciones y donde había estudiado el muy gilipollas. Bien que al pánfilo de uno de mis hermanos escarabajos (que no hacía pelotas porque decía que olían a mierda), a ese le habían destinado a una vida como funcionario en un juzgado de Alcobendas, según se decía y a mí, en cambio, se me rebajaba a arrastrarme por el suelo, sin patas, ni pies, ni sangre fría, hostia, que no había derecho ni justicia ni dios… pero debe ser que Dios si que hay y que gasta mala leche porque en lo que me quejaba de tan blasfema forma, vino un puto jilguero y adiós oruga y no sólo se quedó ahí, sino que para mostrar lo bien que acepta las críticas el Chaval, me convertí en plaqueta de un niño que vivía en una granja y que tenía las rodillas mas desolladas que nunca vi. Así que opté por el silencio. Y fui larva. No se para que coño sirve ser larva, pero yo fui larva y esta vez calladito, claro que también hablar siendo larva no debe de ser fácil. Poco a poco y con el sueño de la humanidad detrás de cada esfuerzo fui aceptando lo que me vino.

Fui una buena rana aunque ninguna princesa quiso besarme. Fui águila en las Rocosas y aún después de tanto tiempo no sabría explicaros que es lo que se siente. Fui percebe y me aburrí mucho, las cosas como son y no fui fénix ni triceratops porque al parecer son opciones descatalogadas. Fui gacela y también fui león lo cual me permitió experimentar las dos caras de la moneda aunque nunca llegase a comprenderlas.

Y ahora soy perro. Es un buen destino. Se cree que es paso inmediatamente anterior para la condición de hombre, por aquello de mejor amigo de. Ni lo tengo claro, ni ya me importa demasiado. Miro a los hombres, ahora que tan cerca les tengo y me asusta su soledad tuerta, mutilada, ni siquiera soledad del todo, que derraman por donde pasan y por donde pisan porque pisan mucho y pasan poco. Lo noto en sus abrazos o en la manera en la que dejan caer la comida que engullo. Y veo que son grandes y son pequeños, como una mosca o un escarabajo o una oruga, no mucho más ni tampoco mucho menos y les he visto felices pero también condenados a un infierno que los pobres animales, no comprendemos. Ahora lloran por ejemplo porque me toca morir y volver a empezar, si estuviera dispuesto, pero no lo estoy. Dicen que a los rebeldes les condenan al olvido. Asumo con deleite la condena si es tal y me angustia el premio de la humanidad. Ansío el descanso y en el me sumerjo.

Ahora no soy nada y por primera vez soy feliz.



Post Scriptum:
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