El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

sábado, enero 28, 2006

Nazarenos

A lo mejor fue por llevar capirote por lo que creí ser mago y, desgraciadamente, me voy dando cuenta de que lo que de verdad soy es nazareno de la Cofradía del Perpetuo Error. A lo mejor voy un día y al mirarme a los ojos voy y encuentro charcos, pero también un poco de orgullo, aunque no sepa para que coño sirve tal cosa. Vale que más vacío, vale que menos gallardo, pero también un poco más yo y un poco menos nadie.

Los Reglamentos de la Orden vienen a decirte que:

1. Te tropezarás mil veces con la misma piedra

2. Para que flagelarte si puedes pensar

3. No importa cuantas veces lo cometas, siempre pensarás que no habrá una siguiente vez. Es por eso que en lugar de cofrades, nos suelen llamar gilipollas, porque de esa forma es más fácil entenderse

4. Después de la enésima siguiente harás un sano proposito para dejar de ser cofrade o gilipollas (al gusto) a lo que tus compañeros y compañeras (sin distinción de sexos) responderán con sonoras carcajadas

5. Fracasarás, cuadrando el más vicioso de los circulos. A la mañana siguiente al salir del portal, te pegaras una inmensa hostia. Te has tropezado con una piedra. O una roca. O una montaña. Es que soy miope y acabo confudiendo los tamaños.

Y claro, leyendo los pseudo mandamientos, como que no te dan muchas ganas de alistarte y es precisamente por eso por lo que aún resulta mucho más frustrante si cabe, tratar de encontrarle una respuesta lógica al hecho de que mes si y mes también, salgamos en perfecta comunión a procesionar por las calles de nuestras respectivas poblaciones. El caso es que, por mucho que haga memoria, nunca logro recordar el instante en el que, cuando mis tías me preguntaban que quería ser de mayor, yo les respondía sin dudarlo ni un momento, idiota.


Este texto pertenece a ese género que tanto practicamos los bitacoreros (se dirá así?) y que consiste en quejarse en medio de un lenguaje críptico que pocas cosas aclara. Este quiere decir que me cago en to, más o menos, perp también que mañana se me habrá pasado. O no. Lo mismo da. Procuro convencerme en los días pares de que no estoy legitimado para protestar, por lo que os pido que en lugar de hacerme caso (y es que ni siquiera se si cuando acabe esto le daré a publicar) paseis de mi, y me contéis que es que quereis ser cuando seais niños o expliqueis porque existen tantos tipos de tarta de queso y tan sutilmente diferentes

Sed felices, por lo del efecto dominó y tal.

viernes, enero 27, 2006

Febril (el siguiente texto no está basado en hechos reales. Los personajes han sido extraidos de la más burda ficción)


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El mago entra en escena. Viste una túnica estrellada y un capirote brillantísimo le cubre la cabeza. Si, la barba es blanca y agotadoramente larga. Le encanta disfrazarse de estereotipo.

A su alrededor millones de gentes de todos los lados conocidos o por conocer acuden al espectáculo hambrientos de milgros, tan caros de ver en los días que corren. Paquistanís, jerusalinos, esquimales, algún que otro moai, liliputienses, birmanos y mianmarenses, venecianos, flamencos de una pata y de dos, venusinos, gallegos del mismo Vigo y dos coreanos siameses que, a pesar de estar unidos por el vientre y por caprichos del destino caprichoso, a uno le dicen del norte y a otro le hablan del sur.

El mago se contorsiona y cuando pronuncia conjuros impronunciables, los prodigios se hacen realidad. Todos le admiran entre prolongados ohs y ahs.

Sale de voluntario un funcionario que por toda virtud, adora a las palomas. El mago le invita a que se introduzca en una caja con aspecto de ataúd de cabaret. El mago la parte en tres pedazos con un inmenso serrucho y cuando le hace cosquillas en los mutilados pies, el funcionario ríe y rie el público. Luego el mago regresa las cajas a su sitio y el funcionario sale de una pieza entre el aplauso de los asistentes.

Una niña que está empezando a dejar de serlo y ya se le intuyen las ganas de mandar a tomar por culo los cuentos de hadas, se asombra a su pesar cada vez que el mago le limpia las orejas de monedas de plata y da de comer con ellas a un cerdito con forma de hucha. Cuando al puerco se sacia, el mago le da un martillo con el que la niña, inesperadamente servicial, le rompe el alma al pobre bicho sin remordimientos y es que al parecer se había creído el muy iluso, que por el mero hecho de nacer inanimado podría llegar a librarse de San Martín.

De las ruinas del barro no es tesoro lo que amanece sino una paloma que, aturdida por la repentina explosión de la placenta que la guardaba, huye sin rumbo, da tres vueltas, busca el cielo y encuentra lona y solo cuando se le esfuma el sentido de la vida y se dispone a dejarse caer sin red desde lo alto del trapecio, vislumbra esperanzas en el hombro del funcionario y alli se va y allí se posa para que le acaricien el buche, le susurren palabras de amor y le ofrezcan unas semillas de calabaza de las que el guarda en los bolsillos, por si las palomas.

Aplaude a rabiar el público.

El mago debería mostrarse orgulloso. Mala cosa es que sólo le de por el cansancio. Está agotado de guardarse la verdad entre las mangas y de sólo repartir mentiras. La verdad abrasa a quién la tiene y nunca la quiso. Basta ya pues, es hora de que la función de comienzo por vez primera.

Dilatada es ya la presencia de este, su humilde aprendiz de brujo, entre bambalinas, haciendo de la verdad un disfraz y del disfraz una mentira. Los huesos se cansan, los pulmones se agotan y tiempo es ya de dar por finalizada la pantomima. No hay de que preocuparse. Un final no es más que otro principio que tarde o temprano acabará terminando para volver a dar comienzo. Siempre ha sido así y el hecho de que ahora me suceda a mí no cambia las cosas, no cambia –suspira-. Adiós".

Gesticula. Suda. Gime El público se remueve en sus asientos, se agarra a las butacas y se olvida de respirar. Intuyen que algo increíble les aguarda, algo que podrán contar cuando vuelvan de donde vinieron. El mago se acurruca en su capa, el suelo tiembla, se desgarran los cielos. Un estallido de luz inunda la función. La túnica se derrumba sobre el escenario como un papel de caramelo arrugado. Nadie se acuerda de que una vez un anciano se despidió de ellos y sin embargo todos y cada uno quedan sobrecogidos por la intuición del asombro. Cuando parpadean se sienten agradecidos aunque no saben muy bien por qué. Es el funcionario el primero que reacciona. Un rumor, un sonido, una marea, una ovación que nadie reclama. Todos regresan sonrientes a sus casas, incluida la paloma que ha hecho de un hombro, un hogar. El palomar la recibe con las alas abiertas. Vive feliz el resto de sus días, entre migas de pan y pichones que zurean boleros las noches en que la luna les da tregua.

El mago ya no existe…

...aún tiembla por el esfuerzo. En mitad de ningún sitio se encuentra. Todo ha salido bien aunque podría haber salido mal sin que hubiera sido mucha la diferencia. Sabe que echará de menos el murmullo incomprensible, los días nublados y el olor a café, pero ya no queda tiempo para egos ni hay necesidad de fingir.

Había hecho desaparecer al mundo entero, sin que el mundo se diese cuenta, y ahora se sentía solo, pero no menos que antes


Un mundo sin horizonte ni paso inmediato

lunes, enero 23, 2006

Cosas sin nombre

Pues resulta que Borges escribió un poema -el último de los que figuran en este enlace- en el que mencionaba cosas (yo añado personas o animales) que la historia se ha olvidado de mencionar, de darle nombre o de identificarlas, y uno de estos profesores que despiertan la admiración de sus alumnos y las fantasías de sus alumnas tuvo la ocurrencia de proponerles a sus pupilos que le imitaran. Y los pupilos le imitaron y le superaron, porque le añadieron cosas que a Borges parece que le quedaban un poco grandes, como por ejemplo el sentido del humor. Y así se refirieron por primera vez desde que el mundo es mundo, a la canción de moda que cantaban los marineros del barco de Colón o al parásito del parásito.

A una de esas alumnas le pareció muy divertido y me lo propuso y yo caí, enamorado de la moda juvenil, convirtiéndolo en una enfermiza obsesión de una noche sin sueño que murió en cuanto despertó el día, siendo este el resultado que no se que calificación obtendrá. Si a alguien le apetece, que lo haga y comience desde este mismo instante una cadena de esas interminables que unos y otros nos vamos pasando (juro que todos los beneficios económicos se destinarán a entidades que me beneficien) y si no todos libres...

pero estas son las cosas a las que la Historia nunca le dió nombre y por las que quedará condenada para toda la eternidad. Acoqui.



- El lugar en el que nadie puede verme

- La burra que maternalmente le llenaba la bañera de leche a Cleopatra

- El motivo del mal

- El pariente de María del que se acordó Jose cuando ella le dijo que un tal Gabriel le había anunciado que estaba embarazada

- El primer lobo que le aullo a la luna

- Las lágrimas de mi padre cuando se murió mi abuela

- El nombre de un inmigrante que se comió el mar

- La mujer que le contaba cuentos a quien quiera que escribiese Las mil y una noches

- El primer cigarro que se fumó mi madre

- El único pianista feliz que no acabó en el circo

- La primera ola que pronunció el mar

- El último puñetazo de Gandhi

- La rizada sombra de mi amante

- La marca de las magdalenas que desayunaba Proust

- Las caricias que posa el sargento en las mejillas de su mujer

- El día anterior al primer lunes

- Las palabras de Harpo Marx que le hacían reir a carcajadas a Buster Keaton cuando quedaban a cenar en casa

- El peluquín que compró Sanson para olvidar su mal de amores

- Una señor que al poner la tele logró no ver una sola imagen de la muerte de Juan Pablo II

- El color de los ojos de Dios

- Una caracola muda de mar

- La noche en que se durmió el buho para conocer el día

- El árbol que cambió mi vida