El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

jueves, febrero 22, 2007

Nombres

Y el Príncipe Azul acudió al Castillo Lejano de las Torres más Enormes al rescate de la Bella Princesa Desolada, cuyas puertas guardaba el temible guerrero.

Salió el soldado al paso del noble y apuntándole al corazón con su inmensa espada, le dio el alto. Reparó el Principe en el vigor de sus músculos y en lo acentuado del estoque y considerando lo peleagudode la situación y tras un detallado análisis de las posibilidades que se le ofrecían, apartó de su pecho la mortífera arma y tomo entre sus manos el otro mandoble del gigante, mucho más carnal y apasionado que aquella, forjada meramente con metal. "Que princesas ni princesas", le soltó al soldado mientras lo besaba. El Guerrero lejos de ser temible, se mostró amable y muy receptivo con tan osado comportamiento

Hoy en día el Príncipe Azul (azul oceano, matiza, puntilloso) trabaja como agente de la propiedad en una inmobiliaria y el otrora guerrero indomable (y ahora más conocido como Deseo en las noches ibicencas) se siguen queriendo con sus días malos y sus noches repletas, y de vez en cuando aprovechan la intimidad post coital para rememorar los tiempos fantásticos mientras comparten un porrito de grifa buena. Una vez Deseo le preguntó a Oceano que como lo había sabido. "Un rey tan rancio no deja la castidad de su hija en manos de un machote tan... armado, cielo"

Post Scriptum:

La Bella Princesa Desolada me pide que por favor os tranquilice acerca de su situación personal. Por lo visto al castillo no le falta de nada y tiene una biblioteca cojonuda en la que se pasa las horas muertas leyendo. "Acabo de descubrir a Gide y es la hostia". Dice que un tío le rompió el corazón y la cara, y que no quiere saber nada de hombres por un tiempo. "Si viene algún guaperas con ansias de epopeya, cierro las puertas y monto todo el jaleo que puedo para que piense que un ejercito o un dragón se preocupan por mi honra y si no se ha ido al primer día, al tercero ya no está". "Siempre hay maneras de pasar las noches frías" me dice señalándose el dedo corazón con picardías en los ojos. Me agradece en el alma lo de Bella, "pero yo no estoy Desolada", "si acaso un poco sola, pero hay cosas peores", añade tras pensárselo un momento.

Tiene una sonrisa calmada, me ofrece un café y me pide permiso para fumarse un cigarro. Me despide callada y tranquila y cierra las puertas del castillo a mis espaldas, "no sea que algún gilipollas con coraza quiera colarse con nocturnidad o escalo".