El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

lunes, octubre 23, 2006

En blanco

Hoy me he levantado confuso y sin tener muy claro que es lo que tengo que contar y si tengo que contar algo.


Podría contaros, tal vez, que llueve, que llueve mucho, incluso podría adornarlo y decir que llueve muchísimo y que todos aquellos que se llaman Noe están a la que salta últimamente. Convencidos durante toda su vida de que su nombre obedecía al dudoso capricho de sus padres, ven en estos días en que la lluvia no cesa, un síntoma de que quizás sea la providencia la que dictó su partida de bautismo y que le tenga reservada una epopeya por lo menos tan memorable como la de su bíblico tocayo. Estos días se sobresalta ante cualquier altavoz y tienen la secreta esperanza de que una voz grave les diga desde el cielo que espabilen en lo del arca que les queda poco tiempo. Por eso no se pierden un programa de Bricomanía y se han comprado un glosario de especies animales que les ha costado una pasta. Así mismo no paran de pensar en si será la amante, la primera o la segunda esposa quien les acompañe y a cual de los tres hijos llevar o si llevarlos a todos y que sea Dios el que les aguante. Ni por un momento se les pasa que Dios le encargue la misión a un perro, a un sapo o a un castor y que les de instrucciones precisas de que la única especie que tiene vetado el acceso, lleve zapatos o zapatillas, es la humana, por obvias razones, pero quedaría muy largo y sin demasiado sentido así que no es eso lo que voy a contar.


Podría también confesaros que soy pesimista pero que el otro día encontré un motivo para no serlo que es el hecho de que nos pongamos como nos pongamos somos únicos e irrepetibles, una combinación más o menos afortunada de átomos que nunca jamás volverá a darse de una forma exacta. E incluso podría ir más allá y revelaros que todos y cada uno de vosotros sois dioses y que vuestra consciencia crea el universo por aquello de que somos la medida de las cosas y que lo demás existe en cuanto que existimos nosotros ya que en el momento que no lo veamos, lo demás existirá o no existirá, pero nosotros no lo veremos, pero luego me di cuenta que ese tipo de afirmaciones solo ahondan nuestra congénita soledad. ¿Quién coño quiere ser dios pensé, salvo Dios, quizá? Y entonces recordé que podría contaros pesimista, pero que no voy a hacerlo.


Podría contaros un cuento pero entonces tendría que esconder que a veces, solo a veces, estoy hasta la polla de contar cuentos, y luego tendría que ponerme a explicaros que decir hasta la polla no es machista ni siquiera grosero y que tiene toda una doctrina lingüística detrás que justifica que no diga harto, o cansado, o extenuado, o hasta los pelos, o hasta la nuez o hasta el ombligo y que un amigo y yo elaboramos en una noche de estupidez y ron. Acabaría demasiado hasta la polla así que hoy no, mañana seguro que si, hoy no os lo voy a contar.


Podría hablaros de política, de elecciones catalanas, conjuras del 11 de Marzo, radiopredicadores de tres al cuarto, teleprogres de quita y pon. Podría hacer sesudas argumentaciones escuchadas a ínclitos tertulianos pero entonces tendría que revelaros una cuarta ley de Newton que dice que todo tertuliano es por definición gilipollas y que las excepciones lo confirman doblemente pero en este blog se procura no hablar de política porque interesan más los hechiceros y demás chusma.


Podría hablar del Barça Madrid, de Fernando Alonso, de la enésima lesión de un jugador del Atleti, de la opinión que me merecen periodistas deportivos o de prensa rosa. Podría hablaros de mí y de mi fascinación por los caracoles y por ella, que es lo mismo, de mi condición del más contradictorio de los hombres. Podría descifrar la razón por la que escribo, buscar mi yo secreto, tratar de describir a que huelen las cosas que no huelen, hablaros sin parar de Onetti o de Ana María Matute o de los libros en los que aparece Zifnab y que leí ocho o diez veces desde que los leí por vez primera


Pero la verdad es que no puedo


La única cosa que puedo contar es lo que Ella me contó cuando fue a un funeral del padre de una compañera de trabajo. La chica leyó emocionada algo que resumía en una frase. No te preocupes papá, todo está bien.


Pues eso.


Lo está.