Algo bryciado si que puede estar, si
Tanto amor y no poder hacer nada contra la muerte
Cesar Vallejo
Cesar Vallejo
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Y la vi sola. En la mitad exacta de la más solitaria soledad. Y era transparente, radiante y hermosísima, con muchas eses y muchas ies y una sola eme para templar tanto entusiasmo.
Y hacia allí me fui con mi sonrisa más elegante y una gabardina que remarcaba mis misterios, a rendirle pleitesía y hacerle la pregunta más inteligente del mundo, una que le ganase el corazón y la rindiese al instante sin condiciones ni remilgos.
Solo que al verme justo delante de ella, deslumbrado y tartamudo, solo pudo atinar a pronunciar “¿fu fu fu fumas?" sin yo tener mechero o razones para preguntar tamaña memez. Y ella, con su tristeza de sirena embaucadora , me miró y me pidió perdón por no poder devolverme los amores por razones de materia creo que dijo
Pero yo, erre que erre errado, con las manos igualmente tartamudas, me empeñé en darle una oportunidad para adorarme. Y justo cuando la tocaba por primera vez, ella expiró y me dejo húmedas las yemas de los dedos y seca el alma, vivan las paradojas que matan.
Y descubrí que si que es verdad lo de que existen los amores imposibles, y que en lo que a lágrimas se refiere, más te vale enamorarte de quién las arroja que de las lágrimas en si mismas, demasiado frágiles para el amor carnal. La mujer que lloraba (sin que nunca llegase a saber por que razón) me propinó tremenda bofetada, indignada ante mi total ausencia de sensibilidad. Me insultó, creo, pero yo, destrozado por mi lagrimicidio apenas reparé en ello y no le reprocho los reproches, pues más me reprochaba yo a mi mismo. El salado cadáver de mi amada se secaba en mi mano. Nunca más volví a llorar.