El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

sábado, enero 07, 2006

Canción de natural alegre busca año al que le guste sonreir para amistad y lo que surja


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Polémicas fechas estas en las que la población mundial se debate de nuevo entre detractores y feligreses de un nuevo y antiquísimo dilema. A las Navidades me refiero por si no las habíais notado. Ahora que se acaban voy yo y las enseño de nuevo, se que puede ser considerado sadismo, pero es solo un instante, me desahogo y vuelvo a contar cuentos.

Ya se van los Reyes Magos (muy sobrevalorados por cierto. Los magos de toda la vida, los de las bolas de fuego y la guerra de los dragones deberíamos protestar. Tanto cariño ellos, tanta desconfianza hacia nosotross... no es justo) Ya se llevan en las alforjas las entrañables fechas. Y me dejan de regalito dos preguntas.

La primera de ellas es. ¿Quién enseña a envolver regalos?. Lo cual filsoficamente formulada podría resultar algo así como. ¿Envolvedor se nace o se hace?. No hay mayor división social que la que implica el hecho de que haya gente que envuelve los regalos de puta madre y los deja sin una maldita arruja, que parece eso una postal de pueblo de cuento de hadas, y hay gente (por poner un ejemplo, yo) que lo hace y se queda una arruga, si, pero abarca la totalidad del envoltorio y hasta contagia el regalo. Y claro así lo que regalas luce mucho menos y el manitas que lo hace bien, queda mucho mejor que yo por mucha ilusión que se le ponga. Que no es lo mismo presentarte una paellita con sus cigalitas dibujadas sobre fondo amarillo que servida en platos de plástico. Es que el otro día en una tienda me envolvieron unos calcetines que parecía aquello un libro y yo en la tranquilidad del hogar y presa del espíritu navideño, envolví un libro como si fuera un calcetín. Se impartióun curso masivo de envolvimiento y a mí no me invitaron?, tanto ha influido bricomanía en las costumbres populares,?. ¿Que es la cinta americana?. ¿Cuanto son 400 dracmas? Como veres una pregunta siempre lleva a muchas más y paro que si no, no termino.

La segunda de ellas es, ¿por qué en la residencia de ancianos que hay al lado de mi casa hay tropecientas instalaciones deportivas?. Ya se, por si alguien se lo está preguntando en este momento, que qué tendrán que ver las churras con las merinas. Pues es fácil. Que son ovejas y que yo, muy prudentemente, me he dedicado a observar antes de hacer cualquier afirmación al respecto que pudiera herir susceptibilidades pero que ha llegado un límite en el que yo tengo que comentarlo y cada cual, pensar lo que desee. Ya es hora de decir en voz alta, ¿para qué?. Un día observé que tenían pista de tenis, de basket, de futbol (que van a pillar a diez y se van a echar un partidito por lo visto) y esto es de nota, de voleibol (que a mi me ha dado por imaginar la escena y al menos tres vejetes acababan en la UVI fijo). Efectivamente, desde entonces, no las han usado ni una sola vez. Lógico.

A ver, más allá de hondas reflexiones en torno al papel de las residencias y de quién debería estar encerrado en las mismas, si los padres o algunos hijos. Yo intuyo que si estas hecho un chaval y eres capaz de practicar un deporte, bastaría un pequeño gimnasio en el que poder desengrasarte para saciar los apetitos deportitas que te queden, pero es que, si te puedes echar un partido de voley, ¿que coño haces en una residencia?. Pero en fin, cada cual con su dinero y Dios con el de todos.

Todo esto para decir, que adiós dos mil cinco, que por el culo me la hincaste, sí, pero que vas a ser tú y no yo el que se va a acabar pudriendo con toda sus malas artes en la fosa de los que no vuelven. Por mucho mal que hayas causado, te he sobrevivido y no es que el 2006 se presente mucho mejor, que no lo hace, pero el no viene con rimas que amenace con cumplir letra a letra. Estoy cansado de estar cansado, de los años que no acarician y de la falta de sueño. Nada empieza de nuevo salvo las ganas y esas, un podo desconfiadas y perdidas, pero ganas al fin y al cabo, regresan. Ya toca.

lunes, enero 02, 2006

Gris

Te ha salido un lunar, me dijo mi madre. Y es gris dijo después. Le hizo gracia. Los demás también rieron. Es posible que incluso yo riese. No me acuerdo. Ya no se ríen o yo no les oigo.

Creció el lunar. Dijo la médico. No es nada. Es gris le dije. Si. Pero no es nada. La médico estaba asustada. Si ya se que algo es, pero no clínico, nunca lo ví antes. Y nerviosa. Sus análisis son normales, no es cancerígeno ... no es nada. Tragó saliba. Sudaba ...eso no debería de estar ahí. Calló un instante, ya no me miraba el lunar que el tiempo había convertido en mancha y que pronto sería marea. Será mejor que se marche yo no puedo ayudarle. Y cerró la puera. Plom. Sonó fuerte.

Por alguna razón nadie podía soportar mirarme. A fuerza de ser sinceros ni siquiera yo cuando me tentaba el espejo. Y nadie podía dejar de intentarlo. De fijar su atención sobre aquel lunar que me había decolorado la cara y que ya transitaba por el cuello. Lo intentaba y apartaban la vista de inmediato y sentían nauseas y se doblaban sobre si mismos para vomitar. Mi novia no pudo más y vete fué lo último que la escuche, mi madre no resistió y me pidió que me marchara. Ya no se si tuve amigos y ni siquiera me di cuenta de la soledad. El gris me recordaba a algo cada vez que lo encontraba en un reflejo. No lo supe. Ahora sí.

Fue el día que nadie rehuyó mi existencia. El mismo día en que no me sirvieron el cafe cuando lo pedí. El día en que el ordenador no se encendió. El día exacto en que el portero no me miró con su honesto desprecio cuando regresé. Abrí la puerta. Me desnudé y acudí al espejo de cuerpo entero y juicio implacable. Todo gris. Entero yo. Las manos, el cabello, las uñas, la tripa, las ojeras. Todo. No blanco y menos negro. Gris puro y terrible. Y fue entonces, no más tarde, tampoco antes, cuando me acordé del recuerdo que me explicaba donde habíamos visto antes ese nocolor que ahora yo era. En el hormigón armado de las moles que quisieron ser casas y acabaron siendo prisiones. En el asfalto de las carreteras que ni tienen fin ni te llevan a ningún sitio. En los cielos de las ciudades industriales y de las que fueron bombardeadas. También en los ojos de ella, un día y en mis ojos, todoos... Me vestí con aquellas ropas contagiadas de cuerpo. Nadie me vería porque nadie quería verme. Demasiado gris procesarían sus mentes. No nos sirve.

Desde entonces entro gratis a los cines y no pago en el metro, pero no tengo ningún sitio al que ir y no existo, lo cual se crea o no, acaba siendo un problema. A veces me pregunto si es que la muerte es de eas manera, pero el gris nunca da respuestas. Nadie me ve ni siquiera los parapsicólogos. No se si soy feliz o me vence la angustia. Soy gris.