El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

viernes, julio 01, 2005

Biografías

Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiese realmente ser borrado del mundo por una bala de fusil, no tendría ya sentido alguno relatar historias

Herman Hesse




Casi nadie recuerda quien es Esmen Tirah. La memoria es caprichosa y mientras recuerda a los que destruyen olvida a los que crean. Esmen Tirah fue un pastor mudo de Islietu (una pequeña aldea de la parte búlgara de los Carpatos) un hombre anónimo, predestinado al olvido y a ser más fugaz que el humo o que la ceniza. Condenado al silencio y huérfano de nacimiento, fue criado por unos pastores sin una caricia o un abrazo. Tierras duras, hombre duros, ecuación matemática. Cuando fue suficientemente grande como para valerse por si mismo, abandonó a sus criadores y se hizo pastor como ellos. Habitaba la mitad del año en los valles y la otra mitad en la montaña y el año entero solo, viviendo bien bajo los cielos (despiadados ellos), bien bajo tres ramas mal puestas. Las gentes le miraban, le pagaban sus servicios y le olvidaban. No molestaba a nadie y nadie se preocupaba de él. Y un día murió en el campo y a cielo abierto, con los años indeterminados de aquellos que no pueden pararse a contarlos porque tienen cosas más importantes que hacer. Descubrió su cadaver un Pope que predicaba por la zona y que procedió a darle las sepultura y bencidiones pertinentes. El Pope decidió que haría noche en la choza del pastor y seguiría camino y prédicas a la maña siguiente.

En la choza había un jergón hecho de paja y para sorpresa del clérigo, en torno a un millar de pliegos hechos con piel de cabra, con arcilla e incluso con pergamino, todos ellos escritos con mano firme y prudente, unos con tintes vegetales y otros, grabados con un pequeño escoplo. El Pope comenzó a leer hallando un descubrimiento sensacional. Esmen Tirah había escrito un deslumbrante ensayo donde creaba un idoma nuevo destinado "a todas las gentes del mundo que busquen entendimiento". El mudo había luchado contra su ostracismo ideando un nuevo idioma, una lengua capaz de expresar de forma precisa los sentimientos que cualquiera podemos llegar a experimentar (las penas, los sinsabores o las carcajadas que el había conocido pero que nunca pudo confesarle a nadie). Un idioma que, por lo visto, permitiría derribar cada una de las barreras que impone el lenguaje ya que nos posibilitaría expresar todo aquello que sentimos y acabar con la soledad que supone la Torre de Babel y demás historias bíblicas .

El Pope leyo y leyó y tanta era su confusión ante lo que leía que se quedó tres días más en Islietu sin probar bocado o beber un sorbo. Preguntó por Esmen a los vecinos y nadie le dió respuesta alguna sobre él, mas allá de que ninguno de ellos podía haber enseñado a leer o a escribir al pastor, puesto que ninguno de ellos sabía o entendía de esas minucias. Luego partió sin dar explicaciones a nadie, y nadie olvidó y fue olvidado. A lomos de un asno, viajó sin escalas durante semana y media, llevando en sus alforjas todos aquellos legajos. Su destino fue el Monasterio de Dionisiu del Monte Athos. Allí el prior Olegario escuchó las peripecias del Pope, comprendió el significado de lo que le estaba siendo confiado y guardó entre los muros (de piedra y de oscuridad) de su abadía esos escritos. Desde entonces nadie salvo el Prior de la congregación tiene derecho a acceder a sus contenidos por estimarlos heréticos y propensos a contaminar de las mañas del diablo, a las mentes y espiritus de los fieles. Tiene cojones.

El aventurero francés Cest Mensonge, habiendo escuchado la leyenda de la existencia del manuscrito, muy extendida entre los juglares de su país , logró infiltrarse en la Congregación del monasterio haciéndose pasar por un ermitaño turco convertido a la fe cristiana. Tal fue su poder de convicción que en menos de un año llegó a alcanzar la dignidad de Prior, por lo que pudo leer parte del libro y gracias a él se ha corroborado su existencia. Cest escribe en sus memorias que se trata del documento más sensacional que llegó jamás a sus manos (lo cual es mucho decir en alguien que viajó a tantos lugares) pero no se detiene mucho en sus contenidos, ya que por desgracia, Mensonge no tardó en ser descubierto y expulsado. Desde entonces el Monasterio nunca ha accedido a mostrárselo a nadie a pesar de que varias universidades del mundo (Uppsala y Georgetown entre ellas) e incluso capitales privados (se habla de una oferta exorbitante de Bill Gates) han ofrecido cifras astronómicas por su adquisición. La razón que arguyen es que contraviene los dictados de la Divina Providencia desde su última palabra hasta el título y que Dios les confío la defensa de la Verdad contra la que nada puede la tentación. Insisto, tiene cojones.

El libro se conoce por Destruyendo Babel.

martes, junio 28, 2005

Reposteros

Time it was,
And what a time it was,It was
...A time of innocence,A time of confidences.
Long ago... it must be...I have a photograph.
Preserve your memories,
They're all that's left of you.
Simon & Garfunkel





Hoy me apetece un bollo blandito. Una Pantera Rosa a ser posible, aunque no le haría ascos a un Phoskitos. Nunca fui muy fan del Tigreton ni del Bollycao y los que mas me gustaban, los olvidé. Hoy me apetece un bollo repleto de grasas polisaturadas, de esas que causan infartos que siempre se ven muy lejos, incluso cuando aparecen. Hoy quiero un bollo de esa misma época en que todos los bollos eran de Panrico, de esos tiempos en los que sólo había dos tipos de donuts, del tiempo en que solo costaba pedirlos para tenerlos. Quiero un bollo escrito con i griega y de chocolate, quiero algo de repostería industrial, quiero una mano tibia y dormirme a las diez de la noche. Y que haga un poco de frío, y que tema quedarme solo en el mundo, y jugar al futbol sobre un cesped que impide pisarlo. Quiero un simple donut, o una caña de chocolate o un triángulo o una palmera de esas que de tan artificiales que eran, se le formaban nudos de chocolate crujiente y malo que eran manjar de infnacia. Solo quiero un bollo y un recreo en el que poder zampármelo. Solo eso, coño, que no es tanto pedir.