El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, agosto 10, 2005

Cadaques

Apenas regresé y ya me arrepiento. Un parpadeo ya es pasado y solo me quedan rescoldos de un viaje que ya duerme. No es suficiente, pero el viaje pincho mi burbuja y ahora me regresan las ganas de contar historias.

La primera es la de un mago que se fue rumbo a Cadaques a buscar a otro mago y al mar. A los dos encontró donde esperaba y los dos le susurraron secretos al oido que no sería de buena cuna revelar, aunque puedo ser flexible a los ruegos.

Cadaques duerme tranquila y sueña y te envuelve y te roza. Y ahí se queda, como un aroma. Huele bien y sabe mejor. Sabe a sardina y a gambas, a arroz negro y a alioli,a spaguettis a la campagnola y a sonrisas. Huele un poco a guiri y a historias olvidadas a muchas risas y a mucha calma. Incita a la desnudez, a la perversión, al fracaso y al abrazo que todo lo perdona. Quizás no sea la mejor forma de pormenorizar anécdotas, pero así quien lea, imagina y va mucho más allá.

Cerca de allí mueren más momentos. En Roses los de Ella y los del Mago y los de aquellos que murieron en la ciuudadela y de los cuales no restan ni suspiros. Solo aceitunas..



En Figueras en pos de los sueños de un demente, preguntándonos si hay que estar loco para ser más genial que tus congéneres.



En San Pere, escuchando sardanas que mecen y encontrando entre las huellas de los monjes, el camino para regresar a los juegos de rol perdidos.



Y en el Cap de Creus baños a la luz de su desnudez. Y en Besalu, los dos vestiditos de piedras de boj. Y en la Éscala muchas anxoves. Y en Port Lligat mucha horterada. Y en todos los lados, unas ganas irrefrenables de aprisionarla entre mis brazos y fundirnos, mar mediante y de coger entre los dos y abordar un barco en el que izar la bandera pirata con la silueta del Principito y forjar entre ambos la leyenda de los Madrileños errantes (para desgracia del Holandés) que sólo se dejarán ver ante los ojos de los mortales, en medio de pavorosas tormentas y en los alrededores de las madrigueras de la gente a la que quieren ,para llevarlos consigo y disfrutar de un buen vaso de ron y de canciones marineras, cuanto más groseras mejor. En San Vicens me sentí como en casa y sus brazos son la única patria que conozco...

En resumidas cuentas que me lo he pasado de puta madre y que regresaria por aquellos contornos con los ojos cerrados (y la voz del GPS deando la murga que si no fuese porque me tomaían por loco y porque no tiene cabeza -el GPS, me refiero- más de un pescozón le hubiera caido). El problema de estos viajes es lo mal que se lleva el regreso. Por eso me dí un tiempo para reencontrarme y aqui me quedo (que remedio), pero ojo que en Cadaques hay un faro la mar de cuco (con su lucecita y sus vueltas y todas sus cosas puestas en su sitio) y no digo yo que un día de estos no mande todo a tomar por culo y le haga caso, y me coja a Caracoles y un hatillo por bandera y nos vayamos todos. Que se apunte el que quiera que del regreso ya hablaremos, si eso...




Sed felices