El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, agosto 22, 2007

Puxa

Una de las mayores libertades que tengo es que yo soy y he sido de donde a mi me place, sin que me importe una mierda ldonde el Registro Civil se empeñe en ubicarme


Por eso pese a no haber nacido en Asturias yo fui asturiano, yo nací verde y negro y no le hacía mohines a la sidra y no se me entendía muy bien de lo cerrado que era mi acento. Da igual lo que digan los DNI o los pasaportes. Dan igual los trapos que el viento intenta destruir, las fronteras que el principito nunca entendió. Yo fui asturiano y punto.


Y minero. Pensarán ustedes que que poca originalidad la mía. Que podría haber sido carretero. O tonelero. O mujer. O incluso, un burgués banquero de la zona de posibles de Oviedo, de pálida tez y escasa conciencia social. Pues no. Yo, minero y punto. Callado, duro como la tierra, perforado como la misma y siempre a punto de derrumbarme. Creo. Porque no me acuerdo como era yo. Solo recuerdo a Bárbara, que ayer era el motivo y hoy es la sombra de un pasado que solo yo juro.


La oscuridad de la tierra, la mortal amenaza del grisú, pájaros muertos tan lejos del aire, los derrumbamientos, la miseria, las pieles devoradas por el color negro…. Todo muerte en comparación con las manos de Bárbara, que siempre estaba esperando en casa. Recuerdo, quizás porque quiera recordarlo, que al llegar ella me sonreía y el mundo se escondía, que se acercaba a abrazarme y me decía hueles a sudor y que yo me atrevía a responderle que ella olía a queso, que al final del instante ella olía a mi sudor y yo a su queso, que las cenas pasaban calladas porque con sus ojos yo ya tenía palabras más que de sobra que por las noches yo me dormía en su piel porque era el único lecho que me enseñaba algo parecido a la calma, que cuando ella cosía y yo miraba al fuego, ni dios ni el demonio rondaban cerca.


Un día eso dejó de ser así. O morí yo o se me murió ella, para el caso es lo mismo. La muerte es la forma suprema de olvidar y de mí guardo memorias de los tiempos muertos porque Bárbara sigue cerca, transfigurada y hermosísima, pero siempre Bárbara. Ella ya no huele a queso y yo solo a veces huelo a sudor. Es la única diferencia, porque asturianos seguimos siendo.