Por una noche, son las 22.30 y estoy en la cama, leyendo. Y a eso de las 22.48, minuto más, minuto menos, me dejo convencer por el sueño y me duermo. Criaturita yo. Hasta que a las 23.39, minuto más minuto menos, llama Juan. No le contesto, pero oirle le oigo, o lo que es lo mismo, me despierto. Y me cago en él. No es que le odie, a los amigos no se les odia casi nunca, pero si me cago, diría incluso que dulcemente en él. Ni siquiera me enfado, la mala costumbre de dejar el teléfono abierto y la otra, la de dormirse tarde, hacen que no pueda. Juan no imagina que a esas horas yo duerma. Así que me cago, pero cariñosamente.
Y empieza la cantinela de siempre
Primera vuelta. Ojos cerrados
Me aburro. No hay una cosa más aburrida en este mundo que intentar dormirse cuando sabes que no te vas a dormir. Al principio, le das un pequeño margen de confianza y tratas de dormirte sin más. El sueño no llega pero si el aburrimiento, que es más inexorable que la muerte.
Segunda vuelta. Ojos cerrados
Empiezas a pensar cosas. Por ejemplo, en esas trufas de chocolate que has dejado en la nevera. O en "A sangre fría" que es el libro que has dejado tirado por dormir, canalla de tí. Acaban de matar a los Clutter. Y no os creais que os he jodido el libro, que que los Clutter mueren, es cosa que sabes desde el principio. Trufas de chocolate. A sangre fría. Y el sueño en Parla, el muy cabrón.
Tercera vuelta. Ojos cerrados
Has jurado hacer dieta asi que pasas de las trufas. Y es entonces cuando Ella, o la madera, o los fantasmas, hacen un ruido. Como una pinza cerrándose brúscamente (no sabría describirlo mejor). Así que la mente como de costumbre se va de varas y te hace esta pregunta, ¿como sería dormir al lado de un cangrejo gigante?. Entonces te sumerges en un debate interior estremecedor, porque por un lado dices, coño, peor sería dormir al lado de la
Supernanny, y por otro, te imaginas un cangrejo gigante con su salsa de tomate y cebolla ligeramente picante (y eso hace que vuelvas a recordar a las trufas, tan solitas ellas tras la frialdad de los muros de una nevera) y por último te respondes, agotado de tanta estupidez. Dormir al lado de un cangrejo gigante sería raro, básicamente. Igual de raro que pueda serlo para el cangrejo, que tampoco es cosa de creerte mejor que nadie.
Cuarta vuelta. Ojos cerrados
LLegan las imágenes oníricas. No son sueños son solo imágenes que se dibujan sobre los párpados. Por ejemplo, un monstruo gigantesco cuyas patas son tan anchas como árboles, blanco todo él, salvo sus pezuñas que son del color de la carne y parecen pies talmente, y sin ojos, solo con una boca paralela a su cabeza, y enorme, tanto que dificilmente le ves esa boca gigantesca. Y sin embargo, un cielo, un oso de peluche al que nadie abraza porque a ver quien tiene esa envergadura de brazos (Pau Gasol ni siquiera empezaría a conseguirlo) un monstruo un poco triste, al que le gustan los niños pero que a los niños, él no les gusta. O empiezan los diseños psicotropicos sin haber consumido trópicos ni nada. Me jode no saber pintar porque son realmente buenos. Incluso he tenido en sueños una etapa amarilla y una etapa azul (como Picasso pero más mesetario). La lástima es que cuando abro los ojos, sigo dibujando los soles con sonrisa, las personas como palos cruzados con un globo por cabeza y las flores del mismo tamaño que las casas de techos rojos. Abres los ojos, no te queda más remedio.
Quinta vuelta. Ojos abiertos.
Es dificil ver en la oscuridad. Pero aún resulta más complicado mirar. Bueno pues si eres insomne, eres capaz de eso y de mucho más. Por ejemplo, las rendijas de la persiana pueden adoptar todas las formas que quieras, por ejemplo, en esa noche, las de un juego parecido al tetris. Así que te pones a encajar unas con otras. Uno cinco y diez minutos así. Estas perdido. Tienes que dormirte. TIENES que dormirte.
Sexta vuelta. Ojos abiertos
Riete tu de lo que pueda asustar una pesadilla si las comparas con las grandes preguntas nocturnas. Sirvo. No sirvo. Existo. No existo. Que es el tiempo. Y después de la muerte, ¿qué?. No sirves. No existes. No hay tiempo. Todo es oscuro. Ay ay ay. Que lleguen las pesadillas por favor
La gran vuelta. Te has levantado
Tonteas con la tele. Pero no ayuda. Sobretodo cuando el mando se posa sobre Cuatro y ahí esta, oscura como un cuervo, diabólica y maligna como nunca se conoció a otra. Hay está Supernanny (indudablemente, prefiero al cangrejo gigante). Hay que ver lo que acojona esa muchacha a la que cuando sonríe escuchas como le cruje el cuerpo. Si a eso le sumas la visión de los descendientes de Satan a los que trata de enmmendar (esos no son niños, esos no tienes tres seises tatuados en la nuca, tienen seis y Damien a su lado parece un niño de San Ildefonso repartiendo millones) al sueño no ayuda, si acaso a la castración. Así que vuelves con los Clutter a los que han matado ya, y no sabes por que y por eso sigues leyendo, y le sigues los pasos a Perry y a Dick (que es mucho más diabólico que tu primer Dick, el de
Los Cinco -pero menos que la Supernanny- y por ello, mucho más interesante) y te pierdes en ello dos horas, tal vez más, con una extraña sensación en el cuerpo. Remordimientos?. Ira?. No. Trufas. Coges y te vas a la nevera, liberas a una de su gélida prisión, prometes al resto que volverás, y cuando regresas a la cama, por fin te duermes como un angelito.