El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

martes, junio 14, 2005

Entre hojas de morera

Yo pensaba que tenía una escalera de caracol en mi casa y resulta que lo que he tenido durante todo este tiempo es un caracol de escalera. Supongo que no os explicáreis como no pude apreciar la diferencia antes, pero es que los caracoles de escalera son en todo iguales a las escaleras de caracol hasta que, quien sabe por qué (es realmente dificil ponerse en su lugar) se manifiestan diferentes y entonces ya no hay remedio. Mi escalera, digo mi caracol, era de hierro forjado, pintado de negro y tremendamente incómodo, pero el otro día mientras perdía mi tiempo delante de la televisión escuché un ruido (como de serpiente, como de reptante), y al ir a comprobar de que se trataba me encontre con un caracol más grande que yo, de hierro forjado, pintado de negro y no se si incómodo, porque del susto que me llevé no intenté averiguarlo. El caracol, con su casita y sus antenas, con su olor a moho y a mazmorra me miraba sin decirme nada y sin moverse.

Mis piernas me traicionaron, pensé que el dichoso bicho acudía para vengar los genocidios perpetrados contra sus congéneres frutos de felices comilonas en las que no reparé en remordimientos a la hora de devorarlos. Recordé los innumerables caracoles de los que di cuenta en Lleida servidos a la plancha con un poco de alioli, o en Madrid con su guisito y su picante o en Jijona, blancos, pequeños, sabrosos y creí que mi fin había llegado y que el coracol tomaría cumplida revancha contra mis crímenes.

Nada de eso ocurrió. Se quedó petríficado (o metalizado mejor dicho) y sólo quería (aunque no me preguntéis porque lo se) contagiarme la mirada y confesarme un secreto y con la misma pachorra con la que había llegado cogió la puerta y se fue, no se si harto de aguantar nuestras pisadas arriba y abajo o sencillamente porque le hicieron una oferta mejor en otra casa de menos trasiego. El caso es que no he acertado a explicarle a mi mujer ni a mis hijos el por qué, de repente ya no hay escalera y solo hay hueco. No quería que me tomaran por loco si les decía lo que de verdad había visto. Llamé a un forjador de buena familia y con referencias, comprobé que era escalera y no caracol ofreciéndole hojas de lechuga sin que la escalera se inmutase y dí por liquidada la experiencia y sin embargo mi mujer me dice que camino y hablo y como mucho más lento que antes y mis hijos se asustan cuando me ven masticando las hojas de los geranios o dejo babas a mi paso, pero es que yo no puedo confesarles que su mirada me hizo un poco más caracol y un poco más sabio y es que el secreto que me dejó era que cuanta más prisa nos damos, más pronto nos morimos. Y en esas estoy...

P.D - Y menos mal que no hay escaleras de cangrejo o de codorniz, que con la mala leche que se gastan esos, no van a dejar pasar ni de coña el que me haya comido todos los caballeros de su especie que he podido y algunos más y con sus respectivas pinzas y picos, pueden hacerme un siete de mucho cuidado. Andaos con ojo con lo que comeis que el que avisa no es traidor.

Esta historia no está basada en hechos reales. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Durante su redacción no fue maltratado caracol alguno.

13 comentarios:

Blogger Bito ha dicho...

Y aún deberías de alegrarte que fue una escalera la que se reveló como caracol y no a la contra; pues más se asustarian tu mujer e hijos si viéndote extrañamente arqueado en el suelo no consiguiesen adivinar que lo que quieres es que suban o bajen por tu cuerpo...

Estupendo relato.

4:53 p. m.  
Blogger Msc ha dicho...

¿Eso ocurrió despues de ver la televisión?
Quedan explicadas muchas cosas, excepto esa tendencia a comer hojas de geranio, igual es estres postraumático.
¿Esta seguro de que es babilla? ¿No podria tratarse de sudor?
De todos modos sea visión o realidad es una gran lección dada precisamente por un maestro de las velocidades reposadas.
Un abrazo

5:17 p. m.  
Blogger Ligeia ha dicho...

Quisiera pedir explicaciones como miembros de AACEOA (Asociacion de Amigos de Caracoles de Escalera y Otros Animales) no confundir con la ACEROLA (también denominada cereza de las Antillas o Malpighia emarginata, Flia. Malpighiáceas: es un arbusto de hasta 2,5 m de altura cuyo cultivo es posible en suelos arenosos o arcillosos, en climas tropical y subtropical. No debe confundirse con el acerolo y con el azarolo o serbal) puesto que el aqui firmante dice que no ha maltratado caracoles, pero deja bastante patente que otros tipos de animales si han sido maltratados.

Esperando sus excusas,
Fdo. Leopoldo Hermitaño, secretario de la AACEOA

6:11 p. m.  
Blogger Ligeia ha dicho...

XD Tenía que contestar ;)

Un beso

6:11 p. m.  
Blogger Laura ha dicho...

Muy bueno.

6:36 p. m.  
Blogger Zifnab ha dicho...

Pos la ACErola esa tambien me ha demandado por no tener ni puñetera idea de que narices es el objeto de sus afectos. Puerca vida

7:19 p. m.  
Blogger illa ha dicho...

Jaja, ¿y cuanta más prisa nos damos más pronto morimos?
Eso es como en las máquinas del gimnasio, que pieno que cuanto más rápido vaya, más rápido pasará el tiempo. Pero no s así, y esos 20 minutos son igual de eternos, e incluso se hacen más largos, por el excesivo desgaste.

9:32 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Pesada carga la de llevar la casa a cuestas, sobre todo si dentro de ella hay una escalera de hierro forjado...
"Caracol, col, col... saca tus cuernos al sol..." uys perdón, que se me va la perola.
:D Besos.

12:47 p. m.  
Blogger Isthar ha dicho...

¡¡Es un relato absolutamente delicioso!! De verdad que me ha atrapado completamente...

Yo que siempre quise tener una escalera de caracol ahora me pregunto si no hubiera sido más entretenido e interesante tener un caracol de escalera... aunque no creo que a él en particular le hiciera gracia...

Aunque siempre podíamos habernos hecho amigos ¿quién sabe?

7:33 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Estupendo relato surrealista. Por cierto, dile a tu mujer que aproveche las babas, son buenísimas para la piel y hasta para la celulitis (esto último díselo con delicadeza, que los hombres no tenéis tacto). Y no es broma, lo de la baba, digo.
Un beso.

8:52 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Coño! que soy yo... siempre me pasa lo mismo.

8:53 p. m.  
Blogger ベル ha dicho...

y como un caracol se esconde en su concha...
los cangrejos mudan de concha cuando esta les queda pequeña..
no entendí... eres caracol o cangrejo? ;)
excelente.. definitivamente es mejor convertirse en caracol que en un insecto que camina tambaleante a la sombra del abandono de su familia.

11:10 p. m.  
Blogger Larha ha dicho...

Otro, otro... genial.

3:19 p. m.  

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