Alaska sin doctor
Desde que recuerdo vivo en Alaska.
Mi madre dice que desde que nací, pero a saber si eso es verdad o cuento. El caso es que un día me desperté siendo niño y viviendo aquí. Los ríos llenos de peces, los abetos interminbles, los ríos llenos de agua, los pinos sin final, por todas partes ríos, por todos lados árboles.... Alaska en estado puro. Los inviernos llenos de blanco y los veranos verdes. Algo de gris se cuela cuando las nieves se resisten a desaparecer, pero cinco o seis días nada más. Todo lo demás belleza. Y aburrimiento, todo sea dicho.
Por eso, cuando apareció ese color marrón sobre todas las cosas, los alasqueños nos empezamos a preocupar. Nunca sabes de la importancia de las cosas hasta que dejas de tenerlas y al parecer que al blanco le sucediese el verde y al verde el blanco, era una de esas.
Fue a primeros de invierno cuando ya todo tenía que permanecer quieto y callado hasta el verano siguiente y el que más y el que menos barruntaba emigrar a Florida o jugueteaba con la suave idea del suicidio. Ese día en el que la nieve amaneció más oscura que todos los días de todos los años. Ese día estaba... sucia. Y eso que aquella noche había caído más de un metro y debería haber lucido radiante sobre aquella extraña mañana de sol, pero no sólo no brillaba, sino que se apagaba más y más con los días. Y curiosamente nuestro ánimo se marchitaba a la par y las conversaciones del conserje eran cada vez más mustias y los olores de los bares de madera menos familiares y las piernas de las animadoras más torpes.
Los ríos parduzcos, los árboles de un chocolate que no se dejaba comer, incluso los perezosos que demoraban más de la cuenta su laxitud al aire libre, se volvían de ese color más próximo a una mierda sin sustancia que a ninguna otra cosa de mejor aspecto. Los servicios de limpieza, que al principio se afanaron en devolvernos los colores, pronto se dejaron arrastrar y se volvieron igual de sucios. La gente dejó de ir a trabajar. Las parejas más ardientes ya no se frotabanen las escaleras. No había niños en el parque y las declaraciones institucionales de calma pronto dejaron de emitirse por la radio.
Llegaron expertos de todo el mundo para desentrañar el misterio de aquella arenilla que nos había vuelto polvorientos. Científicos que lo vinculaban al cambio climático, ecologistas que lo atribuían a los pozos petrolíferos, parapsícologos que veían ovnis noche si y noche tambíen. Gurus y misioneros que hacían ver la mano de Dios en todo esto. Me aburría lo suficiente como para dar más crédito a estos últimos que a los anteriores y por eso que me dio por mirar hacia arriba en lugar de a las profundidades, para buscar respuestas y recuperar las oraciones que tenía olvidadas en un bául del desván de la casa de mis padres.
Quizás si no hubiera mirado el cielo no hubiera entido tanto horror segundos antes de que todo terminase. Vi la gigantesca mano (de dios o de un señor o señorita muy grande) atravesar el cielo para apartar la mugre y con ella se nos llevó a todos nosotros, lo cual no me extrañó demasiado, para que nos vamos a engañar.
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El hombre se percató de que su hogar requería un buen lavado cuando al pasar por descuido la mano sobre el globo terraqueo que decoraba la mesa de su despacho, la encontró llena de polvo. Coño, he limpiado Alaska, se dijo a si mismo, siempre he querido ir por allí, pensó mientras se iba a buscar un trapo. Igual el verano que viene.
14 comentarios:
Ya, si ya me lo decía el otro día mi vecina, que es que el servicio doméstico está por las nubes y luego pasa lo que pasa, que se lo limpia todo uno y por falta de práctica se barre todos los alaskeños de un plumazo, o tira tenedores a la basura, y eso. Qué desastre, señor.
PS: yo hace cuatro años que ni friego el suelo, no sea que provoque un maremoto en Liliput o algo así por escurrir demasiado poco el mocho.
Ja, ja, ja, eso mismo pensé yo muchísimas veces cuando limpio (muy de vez en cuando) el globo terráqueo con países que ya no existen que tengo en mi habitación. Cuantas veces he pensado que si pasaba el dedo por un país me lo cargaría. Yo como soy todopoderoso podría hacerlo en un tris, por eso no lo hacía. Cuando se lo comentaba a la gente no sé porqué pero no me creían y lo único que me llamaban era guarro ¡incrédulos!, algún día pasaré el dedo por donde ellos viven.
Veo que reapareciste cuando yo desaparecí. Ahora que estamos los dos nos leeremos más a menudo. Paso a leer tus otros post ;)
Si es que la pereza es muy mala, al final, en un ataque de actividad frenética, arramblas con todo lo que se menea.
Un saludo para todos los alasqueños.
Siempre he querido ir a Alaska, me encantan sus lagos rebosantes de agua, los bosques que no acaban, las lianas que trepan por sus árboles y las pirañas. Sobretodo las pirañas.
Jaja, me ha encantado tu texto.
Un saludo :^)
¿Cuántos años dice usted que estuvo sin limpiar su bola? digo, si a usted le dio tiempo a tener memoria... menudo cerdo!
Ah si!!!
yo por eso mi mapamundi no lo limpio más que con los ojos, por si acaso veo de repentre nacer un chino en pleno golfo de México... eso si, bronceado como el chocolate:)
Besos Mago...
Es lo que pasa cuando se acumula, que luego lo borras todo de un plumazo. "Alaska" es bonito hasta el nombre ¿verdad?. Besos
En la mudanza encontre' el globo abollado donde luego hubo un terremoto..uno desconoce el verdadero significado de tener el mundo en las propias manos ;-)
!!Hola Mago!! estoy de vuelta...
creo..
María tiene razón. Es bonito hasta el nombre...
Te perdono el despiste si tú me lo perdonas a mí también...
Me ha encantado reencontrame con tus letras, porque como siempre ha pasado, me han pintado la sonrisa...
Besos alaskeños para ti...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
micromundos dentro de micromundos más grandes dentro de micromundos...
la dimensión desconocida y las muñecas rusas, mago.
saludos sónicos!
Pues yo todavía no he acabado de quitarme de la cabeza la idea de que somos una peli que "otros" ven.
Lo que ya no me creo es que las pelis sean las vidas de otros.
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