El centro del lago de la luna

Una pequeña Republica del desconcierto y la desazón.

miércoles, abril 20, 2005

Un poco de cuento

El regreso lo emprendéis también callados, quizás por ser el silencio la mejor respuesta cuando se tienen tantas cosas que decir. Resuenan sus tacones sobre el pavimento encharcado por la acción de máquinas limpiadoras que han pasado hace poco sobre el que relucen los brillos de una ciudad adormilada. Despeinada esta guapa. Desarreglada está guapa. Callada y con los ojos cerrados, o enfadada o lánguida, está guapa y tu tiemblas por dentro mientras te percatas de lo que siempre ha sido, tu amor y el suyo, grandes palabras que, tonto de ti, no logras pronunciar. Ella es siempre. La mujer, la ninfa que te ha arrastrado hacia el éxtasis y el ahogo. Las sirenas no son más que las mujeres que nos enamoran y nos encaminan hacia la perdición del temor a la pérdida de lo infinito. Ninguno quiere desprenderse del otro y sin embargo, esta noche ella se volverá a su madriguera y tu te cobijarás en la tuya y los dos estaréis desgarradoramente solos, porque nadie dice nada, porque la vida pudre los sueños y al menos queréis que uno de ellos siga vivo, el de esa noche. “Cobarde” te dices ahora y te dirás siempre. “Haz algo” te exiges ahora y te reprocharás siempre. Pero callas y andas y ella calla y anda y solo hablan las cigarras, la brisa y el mar, recitando historias olvidadas que hablan de la historia de gente que como tu y como ella, estáis condenadas a repetir. Le acompañas a su casa, un pequeño chalet de una urbanización de mar construida hace demasiado tiempo. No hay más luz que la de la luna. Las casas que recorréis son meros ojos oscuros que os contemplan en silencio. La suya es la única que conserva algo de vida. La luz amarillenta de una bombilla sin farol ilumina el porche, y la entrada a un pequeño jardín. Una bicicleta de radios oxidados aguarda a la entrada de la casa. Miles de cosas se te pasan por la cabeza pero solo aciertas a preguntar “¿Mañana...?. “Mañana es otro día”, sonríe ella, la pena en los labios y en las manos que te acarician tu rostro y tiemblan ligeramente. La memoria que quiere llevarse en los dedos, lo sabrás mañana cuando acudas a esa misma puerta en la que ahora te estás despidiendo y en la que te detienes en sus labios de última estación. A esa misma puerta, en la que ahora aguardas a que ella apague la luz del jardín y te dedique una última mirada, ya con la puerta de la casa abierta, una mirada repleta de misterios que el batiente de la puerta quiebra dolorosamente. En esa puerta en la que ahora estas y en la que el sol, que todo lo ilumina, te dice que sólo te resta el recuerdo, por que el presente te habla de hojas de árboles marinos que danzan despreocupadamente en el porche de una casa terriblemente abandonada, con las persianas echadas sin resquicio ni a la luz ni a la esperanza, sin rastro de la bicicleta que una noche estuvo allí, sin atisbos del aroma de la musa salina que ya se fue y que no vuelve.

1 comentarios:

Blogger Zifnab ha dicho...

No. Como diria la mujer de Roger Rabitt no es que sea mala es que me dibujaron así. Lo que escribo no tiene demasiado que ver con lo que soy. Escribo un tanto grisaceo y soy de otra manera. Solo cuando hablo de la realidad me salgo de la melancolía. No hay de que preocuparse. Asias

11:38 p. m.  

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